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51 librado de la muerte que vendrá, y me hubiera escapado de tántos trabajos, tan amargos como la muerte. ¿Y quién sabe cuántos otros sufriré antes de morir? Tú, padre, piénsa bien los tra bajos que padece una pobre india entre estos indios; ellos van con nosotros a la labranza, con su arco y flechas en la mano, y no más; nosotras vamos con un canasto de trastos a la espalda, un muchacho al pecho y otro sobre el canasto; ellos se van a fechar un pájaro o un pez, y nos otras cavamos y reventamos en la sementera:; ellos a la tarde vuelven a la casa sin carga al guna, y nosotras, a más de la carga de nuestros hijos, llevamos las raíces para comer y el maíz para hacer su bebida; ellos, en llegando a casa, se van a conversar con sus amigos, y nosotras a buscar leña, traer agua y hacerles la cena; en cuanto ellos se echan a dormir, nosotras pa samos la noche moliendo el maíz para hacerles la chicha: ¿y en qué pára este nuestro desvelo? Beben la chicha, se emborrachan, y ya sin jui cio, nos dan de palos, nos cogen de los cabellos, nos arrastran y pisan.¡ Ah, mi padre!¡Ojalá que mi madre me hubiera enterrado luégo que me parió. Tú bien sabes que nos quejamos con ra- zÓn; pero nuestra mayor pena no la puedes sa- ber, porque no la puedes padecer. ¿Sabes, pa- dre, la muerte que es ver que la pobre india sir ve al marido como esclava en el campo, sudan- do, y en casa, sin dormir, y al cabo de veinte años toma otra muchacha sin juicio? A ésta la quiere, y aunque pegue y castigue a, nuestros hijos, no podemos hablar, porque ya no hace caso de nosotras ni nos quiere; una muchacha nos ha de mandar y tratar como a sus criadas, y si hablamos, con el palo nos hacen callar. No puede la india hacer mayor bién a la hija que páre que librarla de estos trabajos; sacarla de esta esclavitud, peor que la muerte. ¡Ojalá que mi madre me hubiera hecho experimentar su cariño enterrándome luégo que nací: no tuvie

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