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del Misionero sería más activa y provechosa, mayor el estímulo, porque no le faltaría traba- jo en la escuela, en el catequismo, en las obras materiales encomendadas a su dirección, y por el apoyo eficaz de la autoridad militar de la Co- lonia. El plan de reducción debe sujetarse a las con- diciones de los indígenas. No puede procederse del mismo modo con el arhuaco y el tunebo, in dios de tierra fría, mansos, agricultores y se- dentarios, o que tienen tendencia a agruparse en aldeas fijas, que con los cunas, los goajiros, los motilones y las tribus de Casanare y Caque- tá, nómadas y a quienes difícilmente se conse- guiría traer a los poblados. A cada uno hay que dejarlo donde está, y abstenerse de introducir cambios violentos en sus costumbres. A los que ya están establecidos con residencia determina da, y saben cultivar la tierra, hay que procurar les semillas, animales, herramientas, y enseñar les métodos agrícolas más adelantados. El ar huaco, por ejemplo, podría ser perfectamente utilizado en la formación de cafetales en la Sie rra Nevada de Santa Marta, si de la vertiente norte, donde se pondrían las plantaciones, se abrieran caminos a la vertiente oriental, aus tral y occidental, que es donde los indios viven. Facilísima será la reducción de los arhuacos s1 el Gobierno apoya la idea de la fundación de una Colonia Agrícola, formada por veinticinco tamilias de militares, dos Padres Misioneros, un orfelinato donde aprendieran los niños el castellano y los primeros rudimentos de agri- cultura, obligándolos a asistir a la escuela has ta la edad de doce años y prohibiendo las bebi das alcohólicas entre indígenas, con expulsión de los que las introdujeran y vendieran. No es tan fácil la reducción del goajiro en las condiciones que hoy tiene esa península, situa- da entre poblaciones colombianas y venezola Conferencia—aA

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