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de Honda ? En esta ciudad encontré un indio de esa región, y por más que hice por entenderme con él, no pude lograrlo, por falta de intérprete; tenía los mismos caracteres que apuntamos más arriba para los arhuacos. Las excursiones de los españoles, y quizá las fechorías de los chi milas, les obligarían a buscar un refugio en las espesísimas selvas del Carare. TERCERA PARTE Aquí debiéramos poner punto final a nuestro trabajo y a vuestra paciencia, pero quedaría aquél manco e incompleto si no indicáramos el medio más eficaz de reducir definitivamente a los indios que todavía viven en estado salvaje, haciéndoles participantes de los beneficios incal culables de la vida civilizada. No digo nada de la conveniencia de reducir los a la vida social: basta reproducir las palabras del General Rafael Uribe Uribe para conven cerse de ello: “Desgraciadamente las tribus que más debe mos temer están hacia la frontera de los países vecinos: los cunas, junto a la de Panamá; los goajiros y motilones, junto a la de Venezuela, y las tribus del Caquetá, en el territorio que nos disputan el Brasil, Ecuador y Perú. Esta cir cunstancia debe redoblar nuestra atención. Siendo colombianos esos indios, tenemos obli gación de protección para con ellos, impidiendo que se les asesine, explote y esclavice por ex tranjeros desalmados, como actualmente sul cede.” Varios son los medios ensayados para redu cir a los indios salvajes a la vida civilizada: los Reves de España optaron por los misioneros,

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