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De y la falta de agua, la trasladaron junto al río Ran chería. Salvó a los indios la extremada pobreza con que vivian, pues no eran dueños de ricas minas de oro, ni lo podían adquirir sino con gran trar bajo, cambiando la sal de sus salinas con el oro y piedras preciosas de los taironas. “Por eso ereo que nunca se les presentó batalla ni se hizo entrada formal en sus tierras para conquistar- los,” dice don Antonio Julián. La gran riqueza que más tarde se desarrolló en La Goajira fue debida al ganado que introdujeron los conquis tadores y que tan pingúes rendimientos ha dado al goajiro y continúa dándole, pues es la única fuente de riqueza que existe hoy día para el in dio goajiro. No tienen estos indios templos ni religión por donde se pueda venir en conocimiento de su procedencia; toda su religión consiste en la creencia de dos espiritus, uno benéfico, el Ma- reiua, v maléfico el otro, el Uanurú, y en un sa- cerdote médico, llamado piache, que atiende a los enfermos, auyenta a los espíritus maléficos con un sinnúmero de visajes, muecas y contor siones, y obliga a la familia del paciente a ofre cer sacrificios penosos para aplacar la cólera de los espíritus. Admiten también la metempsicosis o traslación de los espíritus a otros cuerpos des pués de la muerte, pasando por tres estados dis tintos; y según la casta a que pertenece el di funto, se traslada a los cuerpos de los animales de donde proceden sus antepasados. Tampoco tienen ídolos, tunjos, estatuas ni monumento aleuno que perpetúe la memoria de sus antepasados, ni jeroglíficos representati vos de sus tradiciones, de las guerras con las demás castas, o las emigraciones hechas a dife rentes países; únicamente tienen sus cemente rios, en los cuales, a la usanza indígena y con forme a sus tradiciones, depositan a los muer tos sentados v envueltos con toda clase de co

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