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YO niego que es soberanamente quijoteseo afirmar, como verdad apodiptica, sin más fun- damento ni otros hechos que la tradición , los monumentos que nos restan de aquellas remo- tas edades, que las primeras tribus que llegaron Nuevo Mundo fueron los gualdas, los mongo- ia : : es y los fenicios, y lo que sabios naturalistas no han logrado descubrir—ni parece que esté próximo el día de su descubrimiento—lo afirmá ramos nosotros como cosa resuelta y plenamen te demostrada; lo único que pretendemos y sos tenemos en el terreno de la hipótesis es la mavor probabilidad que milita en favor de esas razas: ya se estudien los monumentos fenicios, escitas y mongoles, va se los compare con los de los 1n- igenas de toda América, las analogías etnográ- ncas, antropológicas y filológicas observadas entre ellos permiten estas suposiciones, cada día más defendidas por los escritores surameri- canos. SEGUNDA PARTE Después de haber descubierto Colón la Amé- rica, y de encontrarla poblada de indios mansos a quienes se podía predicar la fe y reducirlos a la obediencia de los Reyes Católicos, se sucedieron varios viajes, siendo Santa Marta la primera tie- rra firme que pisaron los españoles para tomar posesión, en nombre de Su Majestad. de tan di latados dominios. En ella encontraron numero- sas naciones y pueblos que no los recibieron tan bien como a Colón en las islas Lucayas. Las naciones más importantes encontradas en todo el litoral y en el interior del Nuevo Rei- no granadino, hasta Calamar, el Valle y Mara caibo, fueron los caretas, paparros, chucuna- quíes, darienes, tules, turbacos, taironas, chimi

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