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Oaxacán, cuna de los mayas, y los monolitos de Mitla; el culto que profesaban al Sol y a la Luna. v los sacrificios humanos, hacen recordar la ci vilización y costumbres fenicias, transportadas a Méjico y a otros puntos de la América del Sur. Ellos adoraban al Sol bajo el nombre de Baal, a la Luna con el de Astarot y al fuego en el ídolo Moloc, a quien ofrecían numerosas vic: timas humanas. No se puede calcular el número de sacrificios humanos que en los tres Reinos más civilizados de América se ofrecían al Sol y a la Luna, en los cuales sobresalía Méjico, don de se sacrificaban muchos centenares de seres humanos. Todavía se conservan en el Estado de Puebla los templos del Sol y de la Luna, llamados Metzli Itzaqual y Thonathiu Itza- qual. El doctor Morton niega que la raza mejicana tenga ninguna relación con la raza aramea, y Humboldt, al comparar el calendario mejicano con el de los pueblos del Asia Oriental, ha ob servado notables semejanzas con el que usan los habitantes del Tibet. No negamos esta opi nión, pero el notable arqueólogo de las ruinas de Méjico, Lord Kingboroughs, sostiene que los mejicanos proceden de la raza aramea, y los mo numentos antiquísimos de Yucatán llevan el se llo egipcio. Además, Brantz Mayer afirma que los aztecas, los cuales son considerados como la nación más civilizada, invadieron a Méjico el año 1160 después de Jesucristo, y la llegada a Méjico de los fenicios es anterior a la venida de Jesucristo; de suerte que en ese espacio de tiempo bien pudieron llegar muchas tribus y razas del este del Asia, como llegaron las ante riores. Cuando la filología pueda descifrar el lo gogrifo que forman las lenguas americanas, po dremos repetir con Giebel: “La América fue po blada por Europa desde la más remota anti gúedad.”
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