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gumentes hnechos, pertectamente NISTÓFICOS y comprobados: Durante noventa años arribaron la costa nordeste de la América del Norte cincuent: a Jun- cos japoneses, según Over land Monthly de San Francisco de California. Conocida la intre pidez y arrojo de los actuales pobladores de la Ocea- nia, quienes en débiles esquifes desafían el mar recorren centenares de leguas, yendo de un archipiélago a otro, como los he visto en las is- las Carolinas y lo han observado muchos escri- tores del archipiélago filipino, no es nada ex- traño que sus antepasados, verdaderos lobos de mar, cruzaran los mares y consiguieran arri- bar a tierras desconoc dá is para ellos, y que des- pués de muchos siglos de ser habitadas, recibie ron el nombre de América. Otro hecho plenamente demostrado confir ma la posibilidad de estas emigraciones maríti- mas en épocas remotísimas. CEP En el año 1 [3A los vecinos de San José de Oruña, isla de la Trinidad, refirieron que ha- cía pocos años había llegado a su puerto un bar- co que de Tenerife se dirigía a otra isla de las Canarias, cargado de vino, y en él cinco o seis hombres macilentos y flacos, que con pan y viandas para cuatro días, de Tenerife atravesa- ba a otra isla de las mismas Canarias, y que arrebatado el barco por un levante furioso, se vieron obligados a dejarse llevar de la furia del mar y del viento varios días, hasta que se les abaron aquellos cortos bastimentos que ha- E prevenido, y en fin, cuando ya desfalleci- dos esperaban la muerte por horas, quiso Dios que descubrieran tierra, que fue la isla de Tri- nidad de Barlovento. Y que este tránsito fue ca- sualidad y no estudio de aquellos pocos isleños, tuéra de su declaración y el testimonio eviden- te de sus cuerpos casi difuntos al rigor del ham- bre, se evidenció con el pasaporte y guía de la

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