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bitar un lugar, lo abandonaban para buscar otro más espacioso, por ser una nación muy fecunda y frugal. Practicaban la poligamia; sumamen te feroces en sus costumbres, se hacian talaba: tes, gualdrapas y bridas de piel de sus enemi vos; el odio a sus contrarios hizo a muchos de ellos antropófagos, y muy temibles por su valor, por la bondad de sus armas, por la rap dez de su carrera; ninguna doncella podía aspi rar al matrimonio sin haber dado antes muer te a un enemigo. Carecían de templos y altares; sus sacrificios los ofrecian a campo libre, sobre un montón de leña que les servía de altar; no conocían las manufacturas, ni el comercio, ni la agricultura; sólo se dedicaban al cuidado de sus eanados. Varias de estas tribus, detenidas por los frios del Norte, se dirigieron a Europa y fundaron los pueblos conocidos con el nombre de escitas; las otras recorrieron toda la estepa de la Siberia y de la Manchuria, muy a propó sito para apacentar sus numerosos ganados y para dedicarse a la caza; así llegaron, en su vida errante, hasta las costas del Pacífico, por don de pasaron al Nuevo Continente, despoblado de todo sér humano. Los navegantes escandinavos que llegaron a Islandia por los años de 986, y de ahí a Groen landia y al Continente, encontraron a estos pri meros pobladores, a quienes llamaron skrelligs o esquimales; eran de baja estatura y muy en» debles, según nos refiere Rafn, y con ellos trataron de establecer relaciones comercia les, pero bien pronto se convirtieron las aparen tes amistades en profundas y enconadas luchas, que obligaron a los wikingos a refugiarse en Groenlandia. Recorrieron las gaulas todo el litoral del Pa cífico, confundiéndose con las nuevas emigra ciones que se iban sucediendo, fundando nuevos pueblos, con quienes tuvieron que comba tir muchos siglos después, y con los conquis
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