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o i 4 ciario en el plioceno, sino que su aparición es muy posterior a la éra glacial. Luis Figuier es- cribe lo siguiente: “Solamente opondremos un argumento a la conjetura de la existencia del hombre durante la época terciaria. Es verdad que fueron encontrados restos de humana indus- tria dentro de los terrenos pliocénicos, pero aún no se ha encontrado un solo hueso humano.” Hasta hoy, y no obstante los esfuerzos de algún docto para demostrar lo contrario, no parece probado que haya el hombre preexistido en la ¿Boda en que se formaron los depósitos diluvia- nos que precedieron y acompañaron a la gran- de extensión de los hielos. Existen, sin embargo, algunos escritores que, fundándose en observaciones que no correspon- den a la importancia del asunto, pretenden ha- cer subir la existencia del hombre a la época pliocénica Oo miocénica. Ninguno de los descu- brimientos hasta hoy divulgados nos permite tal suposición. Es preciso pues aseverar, con el doctor Husson, que el hombre es de una época mucho más reciente que los antiguos paquider mos. Esta misma opinión sostienen los geólo- gos Gastaldi, Laparent, Stoppani, Pictet y mu chísimos otros. Pero admitiendo todos los descubrimientos de restos humanos que Schmidt refiere en su obra Los más antiguos vestigios del hombre en la América del Norte, encontrados en terrenos pliocénicos, no prueban que el hombre fuera contemporáneo de esa edad, y la razón es esta: casi todos los descubrimientos han sido hechos 1 las cuencas de los ríos, donde la acción del agua cambia con frecuencia la posición de los terrenos, confundiéndolos de tal suerte, que trastorna todas las teorías sobre la coexisten cia de los seres sepultados en la misma arena. Los descubrimientos del doctor Abbot fueron hechos en el río Delaware, y consistieron en pe dernales solamente, sin haber encontrado restos

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