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vw se coloque como intermedio entre ambos el amarillo del mogol, siempre tendremos el color cobrizo del americano para probarnos, al inte- rrumpir tal gradación, que no puede existir se mejante esc: ala. Además, ¿porqué los papuas y los habitantes de Nueva Holanda han llegado a adquirir el color negro, mientras que los indíge nas de las islas de La Sociedad y de Los Amigos, que se hallan mucho más cerca del Ecuador, ostentan un color amarillo pardusco? Y al con testar tendrán que explicar porqué las naciones americanas, desde el mar de Baffin hasta la Tierra del Fuego, adquieren un color cobrizo ¡igual en su fondo, a la vez que en el hemisferio Este se encuentran, muchas veces próximas las unas a las otras, naciones de color blanco, ama rillo, pardo y negro.” Carlos Vogt, con el desenfado que le es pe culiar, dice: “Quien cree en la Biblia debe creer en toda la Biblia; quien mira en Adán el único progenitor del género humano debe reconocer asimismo esta dignidad en Noé, el cual, des pués del diluvio, quedó sobre la tierra con sus tres hijos. Empero, ¡qué fecundidad debían te ner estas tres razas de Sem, Cam y Jafet para engendrar en quinientos años a los más millo nes de descendientes sólo en Egipto, mientras los monumentos de Korsabad y de Niínive dan igualmente testimonio de numerosísimos pue blos que fueron a poblar el Asia Menor algunos siglos después del diluvio! Hasta los topos y los conejos debieron desesperar de tener, en tan poco tiempo, posteridad tan rica.” Emilio Schmidt afirmó en el Congreso de Americanistas, en Berlín, el año de 1888, que el hombre era tan antiguo en la América que se remontaba al período terciario. “¿Qué signifi ca, al lado de la comprobación de la existencia del hombre en edad tan remota que alcanza a la geología prehistórica, que las emigraciones

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