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servación o las equivocadas hipótesis que fácil mente pueden deducirse. como les sucedió a Haeckel y a Huxley con el Bathybius del Cha llenger. “El desarrollo de las ciencias inducti vas—dice el doctor Bastiá— ha tenido un pro greso continuo, lento en los primeros siglos, rá pido e irresistible en los últimos decenios. En aquellas épocas las ciencias recibieron su for ma de la filosofía, la cual dictaba sus leyes a la naturaleza. Por el contrario, el método inducti vo comienza cautamente con los principios arraigados en la misma naturaleza; él busca y junta los materiales necesarios, acumulándolos y aumentándolos; y fundándose en hechos in contestables, la ciencia, guiada por la inducción, edifica ahora sus monumentos indestructibles, los pórticos de una escuela universal, debajo de cuya cúpula la naturaleza misma enseñará sus leyes y cuantas generalidades se deben acep lar,” (1). Este es el que nos sirvirá de guía en el intrin cado laberinto de pueblos y lenguas que vamos a estudiar para venir a sumar una opinión más al ya crecido número de pareceres que se han emitido sobre el origen de los primeros habitan tes del Continente americano. El objeto principal de mi trabajo va encami nado al estudio de las tribus que poblaron la costa del mar Caribe, desde el golío de Urabá hasta el de Maracaibo, menos conocidas y es- tudiadas que las del interior, y tan dignas como éstas de un detenido examen, por ser las que con más tesón defendieron sus derechos y pa- garon el tributo de su oro a los conquistadores, sin haber recibido, en cambio, los beneficios de la civilización que los redimiera y salvara del atraso en que viven. Pero para llegar a este pun- to debo tratar antes, con la mavor concisión (1) Tomado del opúsculo El Dorado, en su Discurso pre- timind

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