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A tan san~s _Y sublimes declaraciones y dulces intenciones de nuestro Padre General, nue~tro arumo se ha levantado a Dios para bendecirle y alabarle, viendo cada dfa más realizadas Y como patentizadas las bondades del Señor que tanto nos ha dado, con concedemos un dignísirno sucesor de . P. s. Francisco. ' . Vuestro amor filial y vuestro s~~o celo por la Seráfica Religión, exigen os digamos algo sobre los grandes acontecuruentos del Capítulo General del mes de mayo del presente año de 1884; y es muy justo y aun es deber nuestro el participaros nuestras santas esperanzas y dulces impresiones, aun después de lo que habéis leido, con tanto placer, en el Mensajero Seráfico del último Junio. Todo ~ace pres':1mi~, q':1~ el di~ho Capítulo General, fue una particular y singular prov1denc1a e msprrac1on de Dios, de cualquier modo que lo consideremos. En efecto: Había tanto tiempo que la maldad de los revolucionarios y sectarios habían como arado las manos a la Orden, que entre los PP. Capitulares, apenas uno había asistido al ultimo celebrado a principios del Pontificado de P10 IX. Yhe aquí que, sin saber cómo, no por qué; el Capítulo se pudo celebrar en medio de los carceleros del papa, en el centro del satánico reino mal llamado de Italia, ante los rugidos y bramidos de los masones y escribidores inmundos, contra lo que a ellos les pare ía un imposible. Este núsmo furor masónico, no indicó con suma evidencia, lo mucho que debíamos esperar de un acto hecho contra toda esperanza humana, en apariencia temerario y del infierno tan aborrecido. El día de las elecciones, los mismos conductores de los carruages de Roma; no se atrevían a acompañar a algunos PP. Capitulares, que necesitaban su remunerado auxilio. Admirable fue aquella asamblea, presidida por el Terciario Cardenal Protector Monaco Lavaletta, donde los representantes de toda la tierra capuchina, conspiraban para la reforma del mundo, por medio del renacimiento de la Orden, cerca de la Patriarcal Basílica Lateranense, donde fue solemnemente aprobada por Honorio II la regla que profesamos y por cuya observancia trabajamos. Nunca hubo Capítulo más numeroso, y fue el primero en que era representada la América por medio de sus celosos capitulares, cuyos trabajos han logrado fundar provincias verdaderas, donde sólo podía haber núsiones y hospicios. Sin duda Dios quiso manifestar a la Orden y al mundo que, cuando todo parece amenazar de muerte a una obra católica; entonces El solo sabe encontrar el medio de producir efectos saludables y contrarios, a pesar de las causas enenúgas y hostiles. Fuera del día de las elecciones, todo lo restante del tiempo del Capítulo fue empleado en estudiar y buscar los medios más conducentes al bien espiritual de la Orden y del mundo, principalmente, dadas las tristes circunstancias de los tiempos. ¡ QJ.ié concordia, qué celo, qué buena voluntad se veían en aquellos Padres, los cuales separados por la nacionalidad, el idioma, las costumbres, estaban con todo íntimamente unidos en la Regla del Seráfico Patriarca, en el amor de la evangélica perfección y el celo por la salvación de las almas! Yaunqu~, por nuestra p~e, nada, o casi nada valíamos o podíamos, con todo, no podemos olvidar y nunca olvidaremos, la saludable e.moción que nos causó al ver tanto tesoro de virtud en aquellos venerables ancianos y padres beneméritos de la Iglesia y de la Orden. Pero ya me parece que estaréis deseando saber cuáles serán los resultados del celebérrim~ Capítulo de 1884. Mucho se hizo, pero mucho más se preparó en las asambleas capitulares· mas como todo ley, todo decreto debe ser muy examinado y mil veces considerado' para que sea verdaderamente útil y producente,_ por esto no extra.deis lo que parece una dilación o inactividad, pues mucho~ trabaJa, mucho se piensa, mucho se hace para el bien de la Orden en nuestros d1as, y pocos meses 81

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