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P. Estanisla de Génova............................. VI Definidor. su Santidad el Papa León XIII (que Dios nos conserve por mucho ti~po) se dignó, por su benignidad paternal y Autoridad suprema, aprobar :stas elecc10nes, y colmándolas de bendiciones las confirmó, ad decenium, por el espaao de doce años. Este Ilustre Capítulo, compuesto de Varones distinguidos en ciencia, piedad y doctrina teniendo en cuenta las necesidades numerosas que de todas partes nos oprimen; juzgó muy conveniente se formase una colección de Decretos,_ ac?modada a las presentes circunstancias, mediante la cual toda la Orden, comos: mdic~b~ en la carta convocatoria, se reelevase ante Dios y ante lo_s hombres; produc1~do optunos y saludables frutos de doctrina y santidad. Impedidos los Padres Capitulares por el estado de las cosas de prolongar sus conferencias, unánimemente acordaron que ~a cita.da colección, compuesta. con maduro examen, SE: encome~dase a ~el_~ prudencia del Rmo. Definitorio general; la cual habiendo sufndo ~demas la revis10n de lc:s PP. Provinciales, y la censura de los Custodios Generales, tuviese en nuesa;a orden vigor y fuerza de ley. Por tanto, Nos, Reverendos Padres y carísimos Hermanos, obligado a llevar sobre nuestros débiles hombros la gravísima carga del gobierno de toda la Orden; cuáles y cuán grandes sean las obligaciones que nos incumben lo sentimos y lo experimentamos. Desde las helvéticas llanadas en las cuales abíamos fijado nuestra residencia y donde pensábamos pasar el resto de nuestros días, de improviso, y por los impenetrables designios de la Eterna Sabiduría, fuimos trasladado a Roma, a esa Roma, llamada con razón por los Magistrados de los pasados siglos, la maestra de la verdad, y el áncora de la vida; a esa Roma, considerada siempre como la Ciudadela del Estado Religioso, en una palabra, a esa Roma, a donde nuestra devoción plena y humilde reconoce con júbilo la morada de la regia Majestad del Vicario de Nuestro Señor Jesucristo. Acordándonos sin embargo que Nos hemos sido constituido siervo de todos vosotros; postergando todas estas ideas y sublimes pensamientos, nos concretamos, Hermanos carfsimos, a descubriros paternalmente nuestro corazón. Ninguna ignora, carísimos Hermanos, la multiplicidad de elementos, que hoy pugnan contra el estado Religioso. En todas partes y sobre todo en los principales países de Europa, esa inundación de pasiones humanas, que en nombre sintético no sin jus~cia, se llama Revolución, amenaza, a manera de cruel y horrible tempestad, sum~rgir en sus ondas a aquellos, que anhelando seguir las huellas de Jesús; e imitar su eJemplo, abandonaron al mundo corruptor, abdicaron sus fementidos encantos renunciando ~~eramente y para siempre a sus efímeros placeres. De aquí que~ unos, una ley lnlcua; a otros, una violenta expulsión arrojó de la tranquilidad de la celda al laberinto y escollo de un siglo depravado. • . A la verdad~ de cuántas calumnias, de cuántos ultrajes, de cuántas amenazas no han sido todos ob¡eto, la experiencia harto nos lo enseña; la impiedad, enarbolando po~ doq':'1er el e~tandarte de su triunfo, procura (si le fuera posible) lanzarnos de la existencia Y arro1arnos de entre el número de los vivientes. Estos trastornos han dado margen, a que algunos separándose del primitivo espíritu de su vocación, no P~~n conservar con todas sus fuerzas la regular observancia, que es el sostén del Religioso_ y el ornamento de la Orden y de la Iglesia. Cuando al contrario, a persecu~on, como ver_daderos imitadores del Salvador y legítimos hijos de N. S. padre S. FranCisco, nos debiera haber hecho más fuertes y más constantes, sirviendo de

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