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uncio de s. Santi ad en estos Reinos, por si puedo llevar mi granito para la reedificación, verdaa, de la hoy triste Jerusalén. Pocas palabras. Inmediatamente me lo han propuesto, he puesto mi firma para inCO:J>Orar a la Madre común a esta hijuela, quitándola de la tutela de los qu_e o no qweren? no saben gobernarla bien. Pero comprendiendo que esto es necesano, de toda necesidad se consiga por la posta para evitar mayores males, no me co~tent<?. con ha1?& mandado mi firma al P. Bemabé de Astorga, y sí quiero ver si este rm queJ1do pudiese acelerar lo que tanto se desea y conviene. Reverendísimo Padre, no es para una carta la relación de todas l~s razone~ que abogan porque se quite al Reverendísimo P. Fr. José de Llerena toda mterven~1ón y gestión en los asuntos de la Religión Capuchina, i mis escasas luces me lo perrmten, y mi pluma necesita volar en estos tan críticos momentos. Religioso Sacerdote ha habido, que al presentarse a aquel en queja, entre otras, porque no le daban de comer, cogióle con furia de la pechera del hábito diciéndole: "Métase .en la celda y si no le dan de comer, muérase de hambre"; y estamos extenuados y estamos en mayor reclusión que las monjas, y han alejado de este convento a toda clase de personas, y los enfermos han oído predicar con insistencia el qui medice vivit miserrime vivit, y... y quiero pasar a ya el motivo principal. En esta se encontraba el digno, humilde y obediente hermano nuestro citado, P. Bemabé. Es público y notorio que es el que lo trabajó todo y recabó del Gobierno Español el que los Capuchinos se instalasen en esta ciudad, y por consiguiente en España. Pues el Reverendísimo no paró hasta que lo desterró a Francia, y que tiene solemnemente dicho que no volverá a su Patria querida, y que al suplicarle esta ciudad la amenazó por escrito -y cuanto costó para hacérselo retirar-, con que se llevaría de ella a los Capuchinos, y añado yo que esto hubiera sido sacarlos también de Espafta, porque entonces n· en Sanlúcar estaban, cuya instalación tenía ya concedida el Gobierno también al P. Bernabé, pero que todavía no teníamos casa. Se podía hablar de esto mucho; pero yo, que lo he presenciado y llorado todo, sólo diré a V. Reverendísima, que Antequera llora todavía y está todavía escandalizada. El citado religioso cogido de la pechera, entre las muchas personas que pública y privadamente lo usurran, dijole_al Reverendísimo que lo de P. Bernabé era envidia y celos, a lo que no hubo contestación. _ Concluyo, Reverendísimo P., si pronto, muy pronto, no se consigue el que Esp~ formen, por ahora, una Provincia, agregada a la Madre Común, o sea sujeta a la obediencia de su Reverendísima, la perdición es completa sin hacerse tardar. Si esto se consigue y, lo _q~e n<;> pasa de ser ~a humilde opinión del ultimo Capuchino, Vuestra_Reverendís1ma tiene por conveniente dar el Gobierno de la tal Provincia al P. Bernabé, en_ este caso pueden _enjugarse todas las lágrimas. y esperarse que con la ayuct_a de Dios N. S. y protecaón de N. S. P. S. Francisco la Religión Capuchina en Espana progresará, y mucho. Es todo lo que desea el más inútil de los súbditos de Vuestra Reverendísima. Fr. Serafín de Monóvar. Antequera y Marzo 12 de 1879. • • • • • • • • •
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