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Concibió el P. Tomás el proyecto de abrir un colegio de misioneros en a Magdalena. Habló con el comprador del convento, que aprobó su plan; lo comunicó con algunos, principalmente jóvenes, que se lo aplaudieron, y sin más se trató de ejecutarlo. Uno de los primeros pasos que se dieron fue el presentarse a . P. Antonio de San Mateo, que gozaba de bastante ascendiente con el Sr. Arzobispo Don Pablo Av para que se pusiera al frente del colegio de misiones capuchinas y casa de ejercicios de la Magdalena. El P. Antonio contestó al P. Félix de la Cruz y al P. Tomás de Benifayó, que se presentaron con esta pretensión, lo siguiente: Qµe era aquel negocio de premeditarse mucho, pues los tres conventos que se habían abierto hasta entone s los tres estaban reducidos al "nihil". El uno era el del Desierto de las Palmas Teresos, que apenas llegaba a contar entonces con dos o tres sacerdotes. El otro, el de Santo Espíritu, que veían en qué había parado (y antes de los 3 años de abierto fueron arrojados por los revolucionarios del 1854 y saqueado otra vez). El tercero era el nuestro del Pardo, del que acababa de recibir carta del R.mo P. Joaquín de Madrid; que habían desaparecido todos en un día; y que nosotros ni contábamos en tanto número de religiosos, ni en tantos fundamentos como ellos. Pues para salir de misión sabían muy bien que al cabo de un año apenas se liamos [solíamos?] salir dos ternas, y de hombres que en jamás habían salido antes de misión; que aún de los pocos que había, muchos se hallaban atados con obligaciones de padres y hermanos, que sostenían; otros con bienhechores, que les habían amparado en lo más apurado de los conflictos, etc., y por más buena voluntad que tuvieran, no dejarían su situación presente por un retiro, que no era su estado, y por otra, precario y sin perpetuidad. Esto mismo haría encontrar mil dificultades por ser semejantes reuniones difíciles de reunir, más difíciles de gobernar y más difíciles aún de conservar, por faltarles los vínculos de la obediencia y de la pobreza. De la obediencia, porque no se considerarían más que como unos voluntarios, que pagaban su costa; como en efecto yo vi, que el Presidente no pudo lograr se le dijera cuando se iban o volvían del convento; y yo mismo siendo Provincial tuve que sufrir que a mis bigotes se salieran hasta los legos y volviesen sin decirme una palabra. En cuanto a la pobreza, el que tenía pensión de la nación y predicaba se lo embolsaba, y el que no, no; pues en celebrar tanto número de misas estaban corrientes. Yque el estado financiero, si no se ponía común vida (y entonces nadie iría), necesitaba leyes muy premeditadas y difíciles de arreglar por la diversidad de intereses de los que debían contribuir. El P. Tomás de Benifayó, cuyo carácter, como se verá en la diversidad de los acontecimientos, es el emprendedor y llevar adelante lo que proyecta, y si le sale mal , quedarse fresco como una rosa. Salvo siempre sus buenas intenciones. Este, pues, me contestó que individuos le sobrarían (pues había dicho si tenía 20 6 30). Yo, que sabía con qué clase de sujetos contaba, le contesté: "Padre Tomás, o le faltarán". Y habiéndome repetido por dos veces más que le sobrarían, yo le dije: "P. Tomás, a un cabo somos; las disputas se concluyen con los hechos y la experiencia; vaya V. C. y vea cuántos quieren obligarse a ir a la Magdalena por tres años, con su firma, y cuando tenga se.is u ocho firmas, venga V. C. y concluiremos este negocio". El P. Tomás se comprometió a ello en presencia del P. Félix, y al irse dijo: "Es que no falta quien dice que están todos obligados bajo pena de pecado mortal a ir". Yo le respondí: "P. Tomás, no vayamos con proposiciones avanzadas". Marcháronse. El P. Tomás exigió a algunos la firma; no recogió ninguna, según me dijeron; y yo aún espero la contestación.

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