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a cr por tantos que no le creian y le con- tradecian? ¡O fuego inextinguible de la caridad de Dios, que no pudieron apa- gar tantas y tan abundantes aguas de ingratitudes de los pecadores por quie- nes padecia! ¿Serás, alma mia, tan in- sensible que no te resuelvas á ser toda de aquel Señor que todo se dió por ti? Piénsalo bien, y resuélvete. ADA MEDITACION SEGUNDA. Que debemos amar á Dios por el amor con que se ofreció por nosotros en la cruz. Si la consideracion de lo que Jesu- cristo padece en el cuerpo y en. el al- ma no te mueve, alma mia, para abor- recer el vicio y practicar la virtud, mué- vate el amor ardentísimo con que por 7
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