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E de poseeros en el cielo, siendo en la tierra obediente á vuestros preceptos; y que su corazon formado para amar no descansa en el amor de las criaturas sino en el empleo de todas sus fuerzas, de toda su voluntad y de toda su alma en el amor de su Criador: una alma en fin adornada de las virtudes teologales, cardinales y morales, guardada por los ángeles, temida de los demonios, y con poder para reprimir los desordenados apetitos y pasiones de su cuerpo. ¡Qué felicidad la de ser mi alma criada á imá- gen y semejanza del mismo Dios! Vos lo digisteis, Señor, y asi fué hecho. Esta es tu palabra: hagamos al hombre á nuestra imágen y semejanza ¡Oh con cuanta razon nos dice el Eclesiástico: ama con todas tus fuerzas al que te crió! ¡O cuán justa cosa es que te ame la obra que hiciste y la hechura que tus divinas manos fabricaron! Por sola tu

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