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0 sostenia en sus debilidades, levantaba en sus caidas, sufria en sus ingratitudes, sanaba en sus enfermedades, y resu- citaba en sus muertes espirituales: un ser, finalmente, á quien hermoseó con las virtudes morales y cardinales, y los dones de su divino espiritu, dándole para complemento de su felicidad una fé sobrenatural para conocer á su Dios y agradarle, una esperanza firme de gozarle en el cielo como sumo bien, por haber obedecido á sus preceptos en la tierra, y una caridad encendida pa- ra amarle en la tierra y en el cielo. ¡O alma mia! considera profunda- mente cuanto hay en ti, fuera de tí, cerca ó distante de tí, y verás que nada hallas en el cielo, en la tierra, en todos los ele- mentos, en todas las criaturas, en tu cuerpo ó en tí misma, que no sea dádiva de tu Dios, señal y demostracion del en- trañable amor de tu amantísimo Dios.