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SE MEDITACIÓN SEGUNDA. Como la cruz de Jesucristo enciende nuestras almas en su amor. Vuelve, alma mia, á colocarte con la consideracion en el Calvario y levan- tando tus ojos á la santa cruz, mira atentamente lo que descubres en ella. La razon y los sentidos me hacen ver á un hombre justo, hérmoso, sábio, veraz, laborioso, benéfico, que á todos ha hecho bien y á nadie mal, ajusti- ciado injustamente, sin formalidad de proceso, sin conformidad de testigos, sin cofesion del reo, ni convencimiento jurídico; y la fé divina, aquella luz sobrenatural dada á mi alma, me en- seña que aquel hombre es Dios é hijo de Dios, que por un amor incompren- sible para con el hombre bajó de los
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