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SÓ mia, al divino amor por haberte Dios amado antes que tú le pudieras querer bien! ¿Pero cuándo le empezaste á amar? ¡O cuánto me enternece esta pregunta! ¡O cuántas veces propusiste amarle y volviste atrás! ¿Cuántas desde ayer has interrumpido tu amor? Testigo es tu corazon de las innumerables que le has sido infiel, faltando á las palabras que le diste de tu permanente amor: testi- gos son los ángeles que escucharon tus resoluciones y vieron tus reincidencias: testigos los mismos hombres que pre- ¡0 grande afrenta y vergúenza! ¡O confusion esti- mable, si ella sirve para que conozcas la firmeza, la intension, la inmutabilidad del divino amor! No esperó á que na- senciaron tus desórdenes. cieses para: amarte; pero si esperó á que le amáras muchos «años despues que naciste. No esperó á que le corres- pondieras amándole; él mismo te bus-

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