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— 1481 — ¡0 mi Dios y Señor, y cuánto te debo porque me mandas que te ame! No pretendes en esto tu interés, tu prove- echo, tu utilidad, sino mi bien, mi hon- ra, mi bienaventuranza. Yo diré con vuestra santísima Madre, y ojalá lo di- jera con su mismo afecto y corazon, mi alma engrandece y magnifica al Señor. Sí, Dios mio, mialma que es ya vues- tra, mi alma os ama €n la tierra para continuar amándoos con vuestros santos y soberanos espiritus eternamente en el cielo. ya a E MEDITACION SEGUNDA. Como con el amor todo se vence. Considera, alma mia, para entender las grandes fuerzas del amor, estas ad»
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