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— 185 — rífico de sus predestinados, que es su santo amor. Este €s aquel tesoro preciosísimo que halló el Negociador evangélico en el campo, y dió todo lo que tenia por comprarle. Á este precio quiere venderle el Señor. Es menester renunciar todas las cosas del mundo, á que nos habiamos vilmente esclavizado: es menester renunciar todos los atrac- tivos de la carne y sangre, para gozar la libertad de hijos de Dios: es menes- ter resistir á las tentaciones del demo- nio, para no dejarnos cautivar bajo su poder tiránico. En una palabra, es me- nester venderlo todo, y vendernos á nosotros mismos, para comprar el pre- ciosísimo tesoro del amor de Dios. Ma- ravillosa mercadería, y estraño género de compra y venta, donde se vende la tierra y se compra el cielo; se vende la criatura y se compra el Criador; se ven- de el hombre y se compra Dios. Da el