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— 116 — corazon, el que: será mi tesoro eterna- mente. El que le come con humildad, y dice con Santa Isabel: ¿de dónde á mi que venga á visitarme mi Señor? El que le recibe con reverencia y temor, acercándose descalzo como Moises sin apego criminal á las cosas de la tierra. El que le come anegado en ardientes suspiros, lágrimas tiernas y afectos fervorosos, como Job cuando antes de comer el pan suspiraba tier- namente. El que le recibe despues de haber cumplido tada la ley, imitando á Jesucristo, que primero comió con sus discipulos el Cordero Pascual con todas las: ceremonias que la ley man- daba y despues instituyó este venerable Sacramento. En suma, es menester la pureza de alma exenta de toda grave culpa; la limpieza del alma de todas las faltas veniales y el ejercicio de las mas heróicas virtudes. ¿Le hemos recibido de