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— 105 — ni fin que me tenias? ¡Oh con cuánta verdad y profundidad dijo de Vos vues- tro Evangelista amado: In fini delexu eos! Mucho ama un pastorcillo ¡4 Sus ovejas por las que padece los ardono” sos rayos del sol en el verano; los frios destemplados, los vientos ¡mpe- tuosos, las nieves y las escarchas en el invierno. ¿Pero qué pastor fué pasto de sus ovejas? ¿qué pastor dió sus propias Carnes á su ganado? ¿quién lavó con su propia sangre la roña de sus corderos? Para Vos solo ¡ó amable Jesus de vuestras almas! estaba reserva” do este exceso de amor jamás oido en los siglos. Mucho aman las madres á sus hijos. Se desvelan por asistirlos por la noche; se fatigan por cuidarlos de dia; no los desamparan en sus enfermeda- des: los limpian y asean por mas as- querosos y hediondos que se hallen, y sufren sus llantos fastidiosos, sus COn-
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