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an cípulo Judas le tenia vendido á sus ene. migos, le dijo con firmeza: date prisa á entregarme: lo que has de hacer des- pues hazlo antes: tan grande es mi deseo de padecer por el hombre, que toda tardanza me es insufrible. ¡O buen Re- dentor y dulcísimo amor nuestro! no querias el pecado del traidor ni se le mandabas, pero deseabas morir por nosotros, y al que andaba muy solícito le decias que hiciese presto lo que ha- cia. Con tan ardentísima caridad nos amabas, que deseabas que el tiempo corriese mas aprisa, y que los pies de Judas caminasen con mas presteza á traer los que te habian de prender y erucificar, y Vos mismo fuiste á espe- rarlos al huerto, y porque se tardaban, en tanto que venian, empleasteis aquel tiempo en oracion; y faltando quien con heridas derramase vuestra sangre, Vos la ofrecisteis abundantísima hasta regar