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10 debilidad de nuestros exercitos , 4 quienes el favoz rito tenia desnudos y exanimes 3 ni la iopericia de las nuevas legiones , supuesto que -un soldado solo se hace entre las balas ;- ni la ninguna ins- trucción de muchos oficiales sacados repentinamente de las oficinas , de las letras , de la casa de sus padres , y encargados de la ciencia dificil de man- dar en la guerra. Todo el mundo clamaba por la batalla 5 se motejaba de traidores á los Gene- rales recatados , se les heria en la fibra mas de- licada , que es el honor. Nosotros , Señores , no- sotros los hemos precipitado , y obligado á que nos arruinen. Alegre el enemigo al ver nuestra inprudencia , nos presentaba la batalla con fuer- zas inferiores, desordenaba nuestras columnas, huian los soldados en escandalosa dispersion , se apode- raba de las armas , de los viveres, de los hos- pitales , cosas tan dificiles de- reponer. Cada dia nos ibamos debilitando , y llegamos por ultimo á ver muestras fuerzas acorraladas en los estremos de la Peninsula. Pero no conociamos el Heroe “destinado por la Providencia para nuestra salud. Lord Wellington, como otro Quinto Fabio , veia nuestros yerros, y no los podia remediar. Lord Wellington ( di- gamoslo en obsequio: de la verdad , y en desa- gravio de este grande hombre ) Lord Wellington era tambien murmurado de nosotros y pero el des- preciaba nuestras murmuraciones para darnos” la victoria. Nuestras desgracias y la.ruina del exer= cito de su Nacion al mando de General Moore, le hacen: mas cauto. Se recela de las estratagemas de un enemigo acostumbrado á pelear y vencer, y hace un constante estudio de penetrar «sús in- tenciones. Seria una gravisima injuria imaginar de

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