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90 Comprendi6 el Greco indudablemente al hombre apasionado de la so- ledad, del monte, de las cuevas, y desprendido en absoluto de los bienes de la tierra por amor de su dama la pobreza. Comprendié al hombre penitente que al acordarse de sus faltas y de los pecados ajenos abraza con ardor la cruz del dolor, las privaciones y el desprecio del mundo. Comprendié al hombre que piensa seriamente en ia brevedad de la vida temporal y-suspira por la eterna. Compfendié al enamorado de Cristo, su iman, su maestro, su eter- no pensamiento, en cuyas llagas establecié su morada. Todos sus San Fran- ciscos, de diversas épocas y diversa apariencia, pueden dar testimonio del carifio con que ha tratado estos aspectos del Santo con una sensibilided ex- quisita. No podemos decir Jo mismo acerca de otros, y es en vano buscar en el Greco al Francisco amable que en fuerza de sus cualidades humanas, comu- nicativas, exuberantes, atraia la voluntad y la arrastraba. ¢Quién como él sentia las bellezas de la naturaleza y la armonia de las cosas? ¢Quién amaba mds hondamente la hermosura de la luz que alegra la tierra y barre las_nie- blas del espiritu? Quién asi se estremecia de placer, al correr del agua cla- ra que nace jugueteando y marcha cantando, refrescando cuanto toca y fe- cundando lo que sin ella seguiria sin vida? Senderos ocultos y tortuosos, pa- jaros que saltais de rama en rama, florecitas que arracimadas os contais vuestros secretos, arboles que hundiendo las raices en la tierra y haciendo en ella hincapié, subis hasta las nubes, nadie os ha mirado con ojos mas amorosos que Francisco. A él, poeta por excelencia, hablaban las cosas muy al oido un lenguaje esquisito: su espiritu parecia el corazén mismo de la na- turaleza, que canta, llora y da paso al torrente de sus sentimientos, ala ma- nera de un embalse cuyos diques dejan escapar las aguas imposibles de re- tener. El grande y pequefio, tiene de Jestis la grandeza reflejada de un hijo del cielo y la humildad de un hijo del hombre. El a través del amor de Dios, suprema belleza, ha sabido amar como nadie a las criaturas, en las que ésta de diverso modo se refleja. El ha sido el embajador de los pobres y despre- ciados y el intérprete de las multitudes, cuyos anhelos conocia y hacia su- yos, cuyos sufrimientos veia tan unidos a los sufrimientos de Jestis. En el Corazén divino veia él luz y amor, y al calor celestial se encendia el cora- zOn suyo y venia a ser ia caja de resonancia que recibia y devolvia los so- nidos misteriosos de una miisica dulcisima. j;Cémo no amar a quien tan fra- ternales sentimientos iba derramando por todas partes! jCémo no simpatizar con quien rebosaba en alegria, aurora perpetua del alma en expresién del P. Faber! ¢Ha pintado esto el Greco? ¢Ha sabido unir en alianza estrecha las virtu- des viriles de Francisco, pobreza absoluta, abdicaciém de la voluntad, peni- tencia, rompimiento de los suaves lazos que aprisionan al espiritu, con la expansion desbordante de su sensibilidad, su sencillez de corazén, su piedad luminosa? Porque no olvidemos que juzgamos la obra de un pintor de almas.

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