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89 descanso y amar sinceramente. De ahi esa pugna chocante de impresiones que eyperimentamos en el Martirio de San Mauricio, por citar algtin cua- dro, y en casi todos los San Franciscos en sus diversas series. Hay alli algo falso. Al herir nuestra sensibilidad, pone un dique a la emocién artistica. Por otra parte, nuestro espiritu se rebela contra las sutilezas del pintor que nos exige un esfuerzo fuera de tiempo. En arte es necesario establecer una relacién sencilla del objeto a nosotros. Y si elintérprete nos habla lengua que no entendemos, 0, como el muchacho de maese Pedro, se eleva afecta- damente, nadie extrafie que le oigamos distraidos 0 nos quedemos a oscuras. Viniendo a sus cuadros franciscanos, San Francisco no es tal; es decir: no es el Francisco histérico con su tipo y rasgos bien conocidos, casi foto- graficos. ¢Por qué esa licencia en pintor tan acostumbrado en sus admira- bles retratos al estudio del natural? ¢Habria perdido algo la fuerza interna, o (digdmoslo con frase del dia) el dinamismo personal de sus lienzos? Cuan- do yo busco a Francisco me desagrada toparme con otro fraile. que para ga- nar mi confianza, me pase por la vista la cédula personal del de Asis. No: te conozco: no valen disfraces. Eres el franciscano que en Santo Tomé lloru al Conde de Orgaz: aquel es tu puesto. No te valen la entrafiable amistad del Greco, ni tu elevadisima alcurnia espiritual: no eres Francisco. Entenddmonos: no es Francisco en el cuerpo. No es el hombre que mi- nuciosamente nos dibuja Celano, que tan bien lo conocié: talla mediana, mds bien corta; flaco por sus penitencias; cabeza redonda y bien proporcionada; rostro alargado y alegre, por costumbre inclinado un tanto hacia delante; ojos negros algo rasgados, de amoroso y sencillo mirar; frente estrecha sin arrugas, cejas horizontales, barba corta y rala, boca diminuta con labios poco carnosos, nariz recta y fina, orejas chicas despegadas, cabello negro, cuello mas bien largo, finas las manos y pequefios los pies; de trato sencillo y ma- neras espontaneas, sin altanerias ni encogimiento. Su gesto nervioso si tie- ne del de Francisco ese aire distinguido que tanto hace resaltar su eleva- cién interior. Se dird que es mérito del artista esa tendencia a libertarse de la rea- lidad para orientarse hacia el espiritu. ¢Quién lo duda si esa aspiracién traduce los vuelos del alma, que busca su propia vida sobreponiéndose a la vida del sentido? Pero sobreponerse al sentido no es ignorarlo, prescindir de él, renegar de lo que Dios ha hecho en el hombre o para el hombre, fal- seando la verdad. ¢Cémo el arte sincero, que bebe su savia en la naturaleza, ha de ir contra la naturaleza? Toda evolucién hacia el espiritu que ingenua- mente no reconozca los fueros de la naturaleza no puede constituir arte verdadero. Si, sefiores, hay algo mas que la realidad material. Mas las rela- ciones entre lo invisible y lo visible son tan estrechas, que la mocién artis- tica sera falsa, si la observacién de las cosas es mentirosa. Las obras de la imaginacién desatada, que no reconozca humildemente una ley superior, son propias para adornar los departamentos de un manicomio.

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