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86 bién, mas que adoctrindndole en la técnica de taller, vigorizando su pincel y ensefidndole a mirar hacia dentro, los viejos maestros florentinos. Como ellos se encarifié de los demacrados rostros, de las lineas angulosas y de la expresién apasionada. Tiene el nervio de Donatello, la inquietud y sutileza de Botticelli, la distincién de Ghirlandajo. Y solo aprerdié de veneciaros y florentinos? —No. Un espiritu tan abierto y comprensivo se asimilé y utilizé indu- dablemente lo que aqui y alla hallé6 compatible con su particular modo de ser, como jardinero cuidadoso que cultiva con carifio diversas flores y plan- tas en tierra bien dispuesta. Acaso estudié en la primera escuela milanesa las delicadas harmonias grises de que alguna vez se acuerda. Ellao la de Sena le inspiré la Sagrada Familia en que aparece la Virgen dando el pe- cho a su Hijo, forma no conocida por la escuela veneciana. Y donde hallé las notas para expresar el dolor, cl misterio de dolor? El suyo no es el atormenrtado 0 violento. No mide las proporciones de lo tragico, como el de Miguel Angel. No envuelve amenaza. Me inclino igualmente a creer que consulié en ocasiones a Durero, que circulaba en grabado por talleres. Y no es éste el tinico punto de con- comitancia con el rebuscado y violento pintor aleman, a quien sigue en el gusto por los pafios pesados. Durero es también uno de los grandes maestros del Renacimiento que pintaron un crucifijo. La inspiracién del de Rafael es muy distinta de la del Greco y acaso mas de la de Durero. Todas las creaciones del Greco llevan el selio de una tristeza patente o latente. Resignada, pero en ocasiones muy profunda. Qué gusano muer- de el corazén de sus personajes? Parecen estar descontentos de si mismos, de lo que Jes rodea, de lo que en el porvenir se avecina. Esa amargura cons- tituye para ellos un mal incurable. No siempre tienen el aire de vencidos, mas ninguno ostenta la auréola de las ilusiones. Desterrados que no se ha- bituan a permanecer lejos de su verdadera patria, paraellos no es bella la luz del sol mds esplendoroso. De los griegos se ha dicho que son inconstantes, amigos de los place- res, faltos de rectitud y sinceridad, mas no que fueran tristes. No obstante tenemos aqui al griego triste. Que Toledo tuvo la culpa? Que Dios sabe por qué misteriosas vias se adentré y logré clavar en el corazon su bandera negra cierto duende que vaga por las riberas del Tajo, sutil como el aire, inquieto como una ardilla, elocuente como la naturaleza? Piensen ustedes lo que tengan por conve- niente. Los San Francisco del Cretense no Iloran por los ojos; llora su alma. Qué tiene en su alma? Amor superior a su capacidad receptora, dolor de que el Amor no és amado. Ciertamente, pasada su juventud, Francisco lloré toda su vida, porque el Amor no era amado. No comprendia cémo no amaban a su Dios y Redentor los hombres que tenian corazon y amaban tan-

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