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84 iluminada por los esplendores de una luz que juguetea entre brocados, oro y joyas, no era propia de quien buscaba ante todo la espiritualidad, la idea en lo que tiene de mas elevado, el vigor severo de la emocién. Del énfasis y exuberancia de sus primeras obras nada conservan los San Franciscos, San Francisco meditando en la pasion del Sefior (Vda. de Santa Maria de Silvela). (Fig. 8) nerviosos, meditabundos y secos, pintados con el mismo dominio de pincel de que sus maestros hacian gala. Esta reaccién contra un arte descarriado constituye uno de sus titulos de gloria. Y el buen sentido cristiano aplau- dird sin reservas que se Cierre el templo a todos los que quieran entronizar en él alos dioses del Olimpo. Que, como apunta algtin critico, aprendié de Tintoretto. No hay por qué negarlo, sobre todo por lo que hace al color, menos rico que en_ Ticia- no. Sin salir del Museo del Prado puede verse el parentesco de ambos en el

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