BCCPAM000532-6-26000000000000

San Francisco meditando en la muerte (De propiedad particular) to que cegaba los ojos y quema- ba. Quemaba hasta el punto de agostar las flores del espiritu. Por las flores del espiritu temia el Greco, las flores delicadisimas, con tantos cuidados abiertas, guardadas de los hielos y de los excesivos calores. Hacia bien en renegar de Ti- ciano. Ni pensaba como Ticiano, ni veia en arte como el magico maestro de la escuela. Los pince- les que debié a Ticiano y Clovio no pintaron ala veneciana, sino los dias que el sol del Adridtico ilumin6 las telas que su mano iba manchando. Cierra los ojos a las pompas de un arte que hacia con- sistir su principal mérito en el ha- lugo de la fantasia. La exuberan- cia escénica de vida externa, rien- te, olvidada del dolor y Ja miseria, Fig. &) 83 No nay derecho a pedir a un jugador que nos ensefie sus Car- tas. Lo hay sin embargo, o si no lo hay, nos lo tomamos, para exi- gir aun pintor que nos muestre sus titulos, sus apuntes, sus libros, su paleta. Si ésta esde Venecia, se le pide cuentas por qué no pin- ta como el Ticiano?—EI Ticiano? Qué tengo que ver con él? dice el Greco malhumorado. Cierto, cierto, Era muy libre de pintar un San Francisco que pusiera un poco de miedo a sus aturdidos condiscipulos de taller. Era libre de irse al monte Alver- na y meterse en una cueva, olvi- dando opulencias escénicas, que dicen poco al corazén_ Era libre de quitar al sol unos cuantos ra- yos, como los venecianos de afia- dirselos y dorarlos. El sol de Ve- necia alumbraba aquellos dias tan- San Francisco en oracién (De propiedad particular) (Fig. 7)

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz