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82 Vayamos adelante en el examen de la obra franciscana del Greco. Lo que de ella decimos es claro que no puede aplicarse al conjunto de la obra integra del pintor; mas no olvidemos que se trata de una parte muy caracte- ristica, enla que él puso toda su voluntad y carifio. Es indudcble que el Cretense pinta con espiritu nuevo. Espiritu sayo, que no vagaba por la plaza de San Marcos 0 los alrededores del Lido, que no buscaba refugio en los talleres que humilde besaba el Arno, sino que tenia mansién propia en el alma del artista solitario. A los pinceles, no a la palabra, confiéd sus embajadzs, de hombre a hombre, de rey a rey; que tan rey se consideraba 6! empufiando los leves instrumentos de su arte, como el mc..arca mas altivo con-cetro-de oro y pedreria. Y si no le vemos vivir, le vemos pintar y pensar, buscando siempre interpretar la verdad dela emo- cién sin rodeos y sin desfallecimiento. ¢Dénde bebe su mis- ticismo? En si mismo? En lo que le rodea? En los libros? En la ense- fianza de los maestros? Es indudable que un pensador halla su escue- la en todo. Pero desgra- ciado del artista que so- lo atiende a sus fantas- magorias, que solo ve, solo oye, solo lee, solo recuerda! El Greco no leia mucho, leia con atencién libros doctos, viejos mas que nuevos. El Greco sabia ver y se adentré todo Toledo, su arte an- tiguo, su fisonomia aus- tera, su luz; sus tipos, enjutos, cencefios, re- concentrados, ardientes, nerviosos; su alma toda Pero, ni Toledo es todo el mundo grecista, Se- fior Barrés (1); ni era, afortunadamente, ni es musulman 0 marroqui, ni el misticismo del Greco ha hablado en arabe. San Francisco recibiendo las Nagas (Coleccién de Zuloaga) (Fig. 3 (1) Alusién a la obra de Maur. Barrés: 7oledo ou le Secret du Gréco.

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