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73 tarlo alejado de todas las cosas, cara a cara con su Dios, que lo es todo pa- ra él: Deus meus et omnia, segiin la frase que tantas veces pronuncian sus labios? Orando o recibiendo las llagas, Francisco en la obra del Cretense busca inaccesibles soledades, se aparta de sus discipulos, y apenas si algu- na vez admite por testigo a la ove/ita de Dios, Fray Le6én, su confidente, su confesor, su abnegado compafiero; cierra sus ojos a la magnificencia de la luz solar; no mira el espléndido paisaje con sus masas enormes de monta- fias, variadas sombras y verdes interminables de una gradacién inclasificada; no escucha el canto de las aves; no fija-su atencién en el agua que salta de roca en roca; ni consigue despertarle a la realidad que le rodea el balido del fiel corderillo que le sigue a todas partes, el chirrido del insecto, o el lagar- to que corre en busca de su agujero, haciendo sonar las hojas secas, Si algu- na vez ora en medio del b sque, es que no ha descubierto una cueva amada donde refugiarse, aislandose de todos y de todo (1). Esta la fuerza expresiva de esta figura en su vigorosa accién, en su va- liente relieve, en su austeridad, en su elocuencia nerviosa, en la interpreta- cidn vivida y neta de un estado de dnimo. El juego de sombras es compacto, casi impenetrable; las formas dibujadas se visten de colorido sobrio, casi sin color; el burdo vestido, mds que de lana, es de tabla: jCudnto dicen esa mi- rada, velada por las lagrimas, sobre la que resbala la Juz; la boca entreabier- - ta, sin belleza; el ademan de las manos extendidas, acentuando tan aristo- craticamente la expresién! No es empresa facil refratar la inquietud inte- rior del Santo, ni su fiebre de amor, que se sobrepone a todas las demas im- presiones. Ni es de todos, ni de muchos, sino de los pocos grandes maestros el fijar la imperceptible vibracién de un mtisculo, que como cuerda de arpa delicada, se estremece al contacto de una emocién fugitiva. Un sabio huye muchas veces de la biblioteca, sin la cual le parece im- posible vivir. Vivir es para él naturalmente abstraerse del mundo material y entregarse totalmente ql intelectnal. Por qué huye de lo que tanto ama? Aunque parezca paradoja, hay que decir que lo hace precisamente porque asi ama. La lectura abundante ahoga la meditacién: el mundo del libro le im- pide volver la vista al mundo de la realidad con el que necesita enfrentar- se. La multiplicidad de ideas no ident'ficadas es un estorbo para formar la suya. Alguna vez los medios multiplicados hacen el fin inasequible. En una palabra: los arboles impiden ver el bosque. Temiendo esto sin duda en los que miraban sus cuadros, el Greco, que pintaba no solo para si, sino también para los demas, corta, cercena sin pie- dad, simplifica. Y tratando la escena de la impresién de las Ilagas, he aqui lo que queda en el lienzo: esa media figura en la boca de una negra cueva y la aparicién apenas entrevista. No puede llegar a mas la austeridad. Pero restringir de este modc el campo pictérico y limitar cruelmente el juego de la luz sin la que no hay pintura ¢no es renunciar a los recursos (1) No esta el pintor fuera de la realidad histérica, pues tenfa el Santo marcada pre- dileccién por las cuevas, donde sin duda oraba mas a su gusto. Las de Alverna, Greccio, las Carceri y tantas otras pueden dar buen testimonio.

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