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mas que la cruz para encenderlo en el amor divino y conquistarlo para Cristo; transmitiéndose de generacién en generaci6n la antorcha viva de aquel fuego sagrado de Clara que embalsama la tierra como encendida por su serafico Padre para purificar la tierra; en las hijas de la Santa el perfume de su pureza angelical y elevan al cielo la fuerza expiadora de sus oraciones y penitencias; en la Tercera Or- den, vanguardia de ejércitos de Dios y de la Iglesia, cruzados de cu- yo apostolado, sacrificios y ejemplos esperan principalmente los Papas la restauraci6n cristiana de la sociedad; vive en la admiracién creciente del mundo, en ese coro de alabanzas que de todas partes y de todos los sectores y bandas, hasta de los campos desolados de la incredulidad sube hasta el serdfico Patriarca; vive en estos home- najes espléndidos y extraordinarios, que la Iglesia, los Gobiernos, las Academias, los Pueblos, todos sin excepcién han celebrado para conmemorar y festejar este séptimo centenario de su muerte: vive de un modo especial en Espafia que sino es la cuna de S. Francisco fué por él visitada y es una nacién eminentemente franciscana. El amor franciscano, dice Mella, es un injerto sobrenatural en el alma espafiola, por el cual se han multiplicado todas las energias de nuestra raza. Todas las grandes empresas e instituciones espafolas, sus artes, su cultura, sus armas, sus Conquistas, sus descubrimientos, sus universidades estan vivificadas por la savia del espiritu francis- cano. Como estela y huella florida de la visita de S. Francisco a nues- tra tierra en la peregrinacién al sepulcro de Santiago, surgieron obras y conventos franciscanos que fueron como faros que difundieron la luz y el calor del espiritu franciscano por todas partes y por todos los 6rganos de la vida nacional. Todas las clases sociales desde nues- tros catdlicos Reyes hasta los plebeyos mas pobres y humildes se alistaron en la Tercera Orden y cifieron el cordén franciscano. Este espiritu franciscano palpita en las creaciones de nuestros artistas; bri- lla en los cuadros de nuestros pintores, alienta en las paginas de nuestros escritores, anima a nuestros conquistadores, guia a nuestros misioneros, modela nuestros sanfos, eleva a nuestros misticos, dul- cifica nuestras costumbres, vivifica nuestras instituciones, y es la fuerza y la palanca poderosa que levanté a nuestra Patria a aquella edad de oro, a aquel Tabor de gloria, en la cual los nombres de Cisneros, de la Rabida, de la Universidad de Alcala, de Juan de Aus- tria, de Cervantes, de Calderén, de Lope de Vega, de Murillo, de Velazquez, de S. Pedro Regalado, de S. Pedro de Alcantara, de San Pascual Bailén, de Fray Juan de los Angeles y de mil mas, son como

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