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, . 65 sus peregrinaciones apostdlicas, y comunicé a sus manos la benefi- cencia, y a su sonrisa la bondad, y la misericordia a su mirada, y la bondad a su rostro. El amor puso uncién suavisima en sus palabras, y persuasién en sus discursos, y atraccién y encanto irresistibles en toda su persona. El amor dié asu corazén una generosidad y am- plitud tan sublimes y extraordinarias, que después de subir en alas de la oracién y del éxtasis hasta Dios, para abrasarse y abnegarse en el piélago de su infinito amor, y bajar encendido a la tierra para darse a todos los hombres, sobre todo, a los desgraciados, a los oprimidos, a los abyectos, a los leprosos, a todas las victimas del do- lor, de la miseria y del pecado, tenia atin fuerzas para abrazar a to- das las criaturas a las que llama hermanas, reuniendo en su ternura y en su pensamiento, como estan enlazados en la realidad y en la vi- da, estos tres términos: Dios, la humanidad y la naturaleza. Sobre aquella sociedad medieval sombria y torturada por el te- rror de sofiadas tragedias milenarias que despreciaba la naturaleza y la belleza de los seres creados como cosa tentadora y mala, gorjea el espiritu de San Francisco su cancién de amor a todas las cosas, viendo en todas ellas, en la flor que brilla como joya policroma sobre el verde terciopelo de los campos, y en el pez de escamas brillantes y tornasoladas que se desliza como un meteoro por las verdes aguas; en la alondra que al subir sobre el nido en la paz augusta de la tarde desgrana el rosario de oro de sus trinos melancdlicos y dulces; en el pdjaro que surca con desiguales vuelos el horizonte y en el zumba- dor y pintado insecto que juguetea sobre las plantas; en la oveja mansa, candorosay apacible y en el lobo cruel y rapaz que aulla en la selva; en las estrellas que brillan como clavos de oro en una ta- piceria azul, y en el sol que se levanta a la mafiana en los brazos ro- sados de la aurora, para recorrer como un gigante su camino, derra- mando sobre la tierra la cascada encendida de sus rayos que iluminan y fecundan; en todas ellas ve reflejada la belleza y bondad infinita de Dios, Padre providente y solicito que sostiene a todos los seres y a todos los gobierna y dirige con niimero, peso y medida. En este espiritu de amor y de caridad esta el secreto y la fuerza de la influencia eficacisima y bienhechora de San Francisco en la reforma y restauracion cristiana de la sociedad, en la pacificacién de los pueblos, en el florecimiento de la piedad y de la virtud. Cuando San Francisco aparece, el mundo estaba paralizado por el frio, como dice la Iglesia, frigescente mundo, frio de egoismo, de odio, de lucha, de materia, de impiedad; frio en las costumbres de- 4

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