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62 de la santidad. y tanto mas santo sera y mas perfecto, cuanto mejor imite a Jesucristo. La medida de la santidad esta en el grado de imi- taci6n de Ja santidad infinita hecha visible por la Encarnacion. Ahora bien, sefiores, podemos afirmar con toda verdad y sin exa- geraci6n alguna, recogiendo lo que los Pontifices, los Prelados, los Doctores, los sabios, los pueblos y las generaciones de siete siglos han dicho, que S. Francisco es ta copia mas fiel del divino modelo y su vida admirable una reproduci6n exacta de la vida del Salvador que empieza como ella en el pesebre y termina con las llagas impresas de la Cruz; podemos repetir las palabras de Bartolomé de Pisa, Fran- ciscus alter Christus; podemos cantar los versos que la Edad Me- dia extremecida de asombro ante las virtudes de este hombre singu- lar, cantaba por la boca del pueblo: E! modelo ideal esta imitado Con tan supremo acierto que parece Que en un molde divino han vaciado a Cristo y a Francisco. Tal sello impreso tendis, Francisco en vos que pregunto, Si sois Cristo o su trasunto Pues mucho os lo parecéis. Podemos Ilamarle como le llama el principe de nuestros escrito- res, Cervantes, hermoso retrato de Jesucristo, o decir con Lope de Vega, que Dios se habia complacido en reproducir En su cuerpo a Cristo muerto y en su alma a Cristo vivo. Y el mismo Renan ha confesado: «que Francisco de Asis es el hombre de este mundo que por su exquisita bondad y por su comu- nion fina, delicada y tierna con la vida universal, mas se parece a Je- sucristo. Y ciertamente, sefiores, lo que distingue la santidad de Cristo es la plenitud y la armonia. En el alma de Jesucristo N.S. como en jardin bellisimo brotan y florecen fragantes y pomposas con lozania y primavera eternas, todas las virtudes. El es la plenitud de la santi- dad, la sintesis brillante y suprema de todas las gracias unidas y ar- monizadas en un perfecto equilibrio y en un maravilloso conjunto, como se funden en una melodia sublime los varios acordes y soni- dos de los diversos instrumentos 0 los colores en un cuadro genial. Ordinariamente los santos no tienen esta plenitud y armonia de la santidad del Salvador sino que se caracterizan y distinguen por el