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60 con la espada del amor, va por todos los caminos del mundo en bue- ca de miserias que socorrer, de penas que consolar, de ignorancias que disipar, de guerras que pacificar, de injusticias que reparar, de oprimidos que libertar; es capitan y jefe de milicias numerosas, esfor- zadas y aguerridas, sus religiosos, obreros abnegados de la civiliza- cién cristiana, cuya luz han encendido con dolorosas fatigas y heroi- cos sacrificios, en todas las regiones de la tierra; es reformador au- daz y victorioso que volvié ala sociedad extraviada al camino olvi- dado del Evangelio y salv6 a la Iglesia, disipando con su santidad y apostolado las nubes de la herejia, de la impiedad y de la corrupcién, para que brillase en todo su esplendor y eficacia el sol de Cristo que ilumina, vivifica y fecunda; es redentor y bienhechor de la humani- dad que gast6 y consumié su vida en el servicio y amor de Dios y de los hombres, en un sacrificio y holocausto semejante al holocaus- to y sacrificio de la Cruz; es artista inspiradisimo, poeta soberano, como le llama Menendez Pelayo, en todos los actos de su vida que es un poema maravilloso, poeta mistico de intuiciones geniales suge- ridas por el amor, que oye en las voces de la naturaleza, en los ru- mores de las cosas, un concierto armonioso de alabanzas al Creador, y en la faz de las criaturas ve reflejada la belleza infinita de Dios; es, en fin, ante todo y sobre todo, un gran Santo, un hombre que perte- nece a esa raza magnanima, generosa y heroica de hombres, los tni- cos verdaderamente grandes, esos seres extraordinarios que florecie- ron en medio del desierto y entre las espinas de esta tierra estéril y maldita, esos espiritus superiores que en alas del amor y del dolor que son las dos tinicas fuerzas que tiene el corazén humano para ascen- der por el camino de su regeneracion, escalaron las cumbres. altisi- mas de la grandeza y de la nobleza humana que consiste en la vir- tud; virtus vera nobilitas. El santo culminaen la cima de todaS las grandezas humanas, porque el mundo ha visto un espectaculo el mas bello y sugestivo que puede verse; ha visto pasar en la larga serie de los siglos hom- bres adornados de los mds bellos dones y excelsas cualidades, hom- bres cubiertos con el manto de todas las glorias, con el atireo manto del poder, del genio, de la nobleza, de la hermosura, dela riqueza; pero lo mas extraordinario y bello es, que ha visto a almas tan lumi- nosas, tan abnegadas, tan puras y hermosas, que parecian la encar- nacion visible de la virtud, y al verlas pasar, parecia que pasaba el mismo Dios, por el perfume de santidad que exhalaban. Pues bien, seflores, yo me atrevo a afirmar que Francisco de
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