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52 con su ejemplo predicaron como en aquel caso concreto que nos re- fieren las Florecillas. Fué a la sociedad con su espiritu—ese espiritu que hemos analizado antes —y ,¢] fué en sus manos arma poderosa. Su pobreza. su humildad, su suavidad, su amor sobre todo, conquis- taron a la sociedad. El caso del lobo de Gvbio, aparte su discutida realidad, es altamente simbdlico. Francisco es la orden franciscana; el lobo la sociedad de éntonces. Luego vino la Orden segunda, vino la Orden de Santa Clara y ambas, a través de los siglos, han continuado su misién en la que no es posible seguirlas, siendo el sostén de la Iglesia, con lo que vino a ser una realidad aquella visién de Inocencio III. Pero, aun la labor no estaba completamente terminada, faltaba el coronamiento, faltaba completar la obra, faltaba que hubiese un instrumento que pudiera manejarlo cualquiera; y San Francisco fué el llamado por Dios para proporcionar a la sociedad de entonces ese instrumento, el mas adecuado de la reforma social. Y una tarde, después de haber predicado a las aves en Bevagna, llegé a una ciudad llamada Albiano con Fr. Masseo. Era al caer de la tarde y las golondrinas describian por los aires rapidos giros y au- mentaban tales greguerias, que apenas podian entender al predicador. S. Francisco se vuelve a las golondrinas y les dice: «Hermanas golon- drinas, ya habéis cantado y alabado bastante al Creador, dejadme aho- ra que yo lo cante y reverencie » Y las golondrinas callaron y permane- cieron suspensas y se junté el prodigio y la doctrina, y la poblacién qued6 tan admirada ante el prodigio, que todos acudian a él; unas veces era un sacerdote, otras veces era una mujer casada; todos que- rian seguirle en esta vida de perfeccién y ello excitaba la compasién de San Francisco, pues que con él no podian ir por razon de sus ocu- paciones o estado, ni tampoco con Santa Clara, y comprendiendo que era necesario hacer algo, did la Regla de la bendita Orden Ter- cera, Una de las glorias mayores de San Francisco es la creacién de esta hermosa institucién que después han imitado todas las Ordenes religiosas, y épor qué yo, siendo hijo del Patriarca, no me he de per- mitir proclamar esta gloria de haber sido él el primero que abrié este camino a todos los que no pueden ser frailes y monjas? Esto no es establecer preminencias; es Sencillamente una categoria histérica; puede compararse con el caso de Coldn. Este, salvando el abismo que habia entre Europa y el Nuevo Mundo, unié dos continentes, lle- vando la civilizacién a aquellos salvajes: después, otros navegantes
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