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51 mas importante: el instrumento para realizarlo nosotros en mayor 0 menor grado: eso son sus tres Ordenes. Donosamente compara San Francisco la vida de las alondras que amaba, singularmente la llamada cogujada, y la de sus frailes, a quienes ponia aquella por modelo. Pero—como indica Jérgensen— aquella vida de alondras no podia durar; habia que escribir la Regla constituir la Orden. Francisco escribe su Primera Regla; la transcri- be, pudiéramos decir, pues no hace sino trasladar a ella el Evangelio para que sus hermanos, sus hijos, vivieran conforme a él. Claro es, di- ce el Padre Lucerna, que ningtin catdlico y menos fundador ha vivido de otra manera que conforme al Evangelio; pero no es eso lo que pre- tende San Francisco; lo que hace es coger el Evangelio y hacerlo re- gla, estampar su regla en el mismo Evangelio; esa es la verdadera in- novacion de San Francisco. El rechaz6, resueltamente, las insinuacio- nes que se le hacian de establecer su Orden como una derivacion de otras Reglas existentes; hasta entonces todas las Ordenes religiosas venian, por decirlo asi, basandose sobre un mismo tema; San Francis- co rompié esos moldes, varid esos temas y asi aparecen, encarnando las fecundas ideas de renovacién de la edad media, las dos Ordenes _Mendicantes, la Orden de San Francisco y la Orden de Sto. Domin- go, que contrastan con las antiguas y ricas abadias. Ya no hacen pro- fesién de pobreza solamente cada uno de los hermanos; es la Orden, la casa, la que hace profesion de pobreza, sin reservarse nada mas que lo necesario para el sustento. Y atrincheradas en esta pobreza, sin los riesgos de las riquezas en los que algunos habian perecido, atrincherados en la humildad contra la soberbia y vanidad, Hermanos Menores y Hermanos Predicadores van a la Sociedad para ganarla para Cristo, para hacerla cristiana. Las Ordenes religiosas hasta entonces se habian encastillado, alejandose de la Sociedad y se mantuvierona la defensiva, metién- dose en el monasterio; era aquella una guerra defensiva, pero ahora no; las dos Ordenes van a la Sociedad a conquistarla para Jesucris- to, aunque van de distinta manera: de una manera van los Francisca- nos, de otra los Dominicos; pero de tal modo se completan, que el abrazo legendario de los dos Patriarcas es un gran simbolo de lo que han sido al nacer estas dos Ordenes ylo que han seguido siendo siempre. Y écémo conquista a la Sociedad la Orden de San Francisco? No precisamente por la predicaci6n, ni por el estudio, ni por la ensefian- za, aunque su actuacién fué todo esto; con su ejemplo ensefiaron y
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