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46 oraba poco y no trabajaba, ni iba por limosna y solo comia, segtn nos cuenta Celano y el «Speculum perfectionis»:—Fraile mosca, si- gue tu camino y no vengas a comer de las abejas laboriosas, sin po- ner tu labor. Las Ordenes religiosas colaboraron en esta exaltacién del traba- jo, destacando en ella los Benedictinos, con su admirable labor en los primeros siglos de la Edad Media, cuando la espada y la lanza eran las herramientas de los hombres libres y el trabajo manual tarea de esclavos o de siervos. Los Benedictinos trabajaban y oraban; po- nian el trabajo manual al nivel de la oracién y de ambos hacian su ofrenda habitual a Dios. No menos amante del trabajo y no menos preocupado de incor- porarlo a su orden, S. Francisco manda el trabajo en la Regla, citan- do las palabras de S. Pablo: «El que no trabaje que no coma»;y quie- re que sus Frailes trabajen en hacer cestillos y esteras para ganar el sustento y ayuden a los labriegos en sus faenas, como él mismo apa- rece en el bello grabado de Chartran. Luego, vinieron las faenas del Apostolado, el trabajo espiritual, y los pobres frailes que servian al Altar tuvieron derecho a vivir del Altar, como el mismo Apéstol dice. El Franciscanismo es trabajo. Pero el trabajo que puede ser ri- queza, que lo era para muchas abadias (y esto vino a ser quizds para las mismas causa.de su relajacién); no lo es para la mayor parte de losh ombres, y entonces, cuando el trabajador sobre el rigor del traba- jo tiene el rigor de la pobreza, y encuentra después del trabajo, la pobreza y la miseria, es mucho que se nos haya ensefiado a abrazar- nos con el trabajo, pero no basta; para acercarnos a ellos, hay que - abrazarse también con la pobreza. Y este es el segundo paso; esta es la buena nueva que, completando la labor de los que dignificaron el trabajo, trajo al mundo el «Poverello» de Asis. Hay un pasaje interesante en la vida de S. Francisco: Una no- che, en que después de un festin, en el que se despedia de sus ami- gos, paseaba solitario por las calles de Asis, dejando asus amigos que se adelantaran qued6 rezagado en profunda meditacién; sacd- ronle de ella los compafieros y le preguntaron en qué pensaba. ¢Es que has buscado novia y te casas?—Si, les contest6; pienso casarme y la novia es la mujer mas noble, mas rica y mas hermosa que podéis su- poner. jY luego resulta que esa novia, que esta esposa, es aquella, como dice el Dante, «a quien como a la muerte nadie ve entrar pla- centero por sus puertas», aquella que «viuda de su primer marido, con el cual subid animosa a la cruz, hacia mas de mil y cien afios,
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