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45 un ejemplo que imitar, acuyo conjunto de obras y palabras, informado por el pensamiento de Cristo Jestis, llamamos Franciscanismo.> Este Franciscanismo es el especifico para la cuestién social. Cierto es que en el terreno tedrico, no ha sido del todo estudiada la parte social del Franciscanismo, como decia el P. Facchinetti; pero si en el orden tedrico no ha sido conocida, en el practico no ofrece du- da que S. Francisco fué el reformador social mas grande después de Jestis; esto lo reconocen hoy escritores de todos los campos y mati- ces; los mismos socialistas quieren presentar a S. Francisco, como su precursor en el orden social, node otra manera que los Protestantes quieren hacerle su precursor en la reforma religiosa; pero asi como para admitir esto ultimo, tropezamos con esta dificultad, la sumisién grande y perpetua de S. Francisco a toda la jerarquia eclesiastica y sobre todo a la Santa Sede, de igual modo, para admitir alguna seme- janza entre el Socialismo y la doctrina Franciscana, encontramos el abismo que separa la doctrina materialista, base del socialismo, y el franciscanismo que es todo espiritu y sujetando a él la materia, espiri- tualiza el mismo cuerpo y hace que como venciendo la accién de la gravedad se levante de la tierra al cielo en un profundo desasimiento de esta vida y en una ansia constante hacia la vida futura. Hay un abismo y no es posible admitir esto, ni hace falta que nos detenga- mos mas en decir que no ha sido precursor del Socialismo. Analicemos ahora separadamente, los diferentes conceptos de este especifico, verdadero remedio que la Iglesia catélica presenta para solucionar la cuestién social, el Franciscanismo, fijandonos s6- lamente en las virtudes sociales, no en las virtudes directamente or- denadas a Dios 0 a nosotros mismos que lo integran, sino solo en lo que tiene de social. El Franciscanismo es trabajo, pobreza, humildad, paz, alegria, y sobre todo eso, sobre todas estas virtudes, el Fran- ciscanismo es caridad, es amor. El Franciscanismo, primeramente, es trabajo, laboriosidad. La admirable leccién de trabajo que la Santa Familia dié en Nazaret se olvidé muy pronto; Ilenos estan los Evangelios de pasajes que nos hablan de ese trabajo; llenas estan las epistolas de frases en este or- den; S. Pablo es terminante cuando dice: <el que no trabaje, que no coma»; pero no hay peor sordo que el que no quiere oir y a través de los siglos, los hombres se han resistido al trabajo, no solo en aque- llos tiempos de Grecia y Roma, en que se despreciaba tanto al traba- jador; hoy también hay quienes tienen como cosa indigna el trabajo y a quienes se les puede decir, como San Francisco a aquel fraile que

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