BCCPAM000532-6-26000000000000

33 por punto y linea por linea, la gloriosa efigie de Francisco de Asis, poeta, mistico y apéstol de la alegria. {Con qué insistencia repetia el mandato del Apéstol: «Gozaos en el Sefior» Gaudete in Domino! jCual era su enojo al ver por azar en torno suyo rostros sombrios y taciturnos, y como los increpaba, diciendo: «si has pecado, y ello te pone triste, vé y haz penitencia de tu pecado; y sila conciencia no te acusa gravemente, muestra a todos buena y festiva cara»! jCon qué interés mando en su regla que los hermanos usasen siempre dul- ces y apacibles maneras, y se hiciesen agradables a los demas! jCuanta importancia dié a esa alegria serena, suave y constante, que trasciende a la voz, al gesto, al trato social, que es como el perfume de la justicia interior, medio providencial para conquistar al Evangelio los corazones! No es maravilla que hombre que asi habia roto los hilos delinte- — rés y tejido los hilos de la poesia, que quien asi sentia la belleza y quien asi subia hasta Dios por la escala de las criaturas, quien rebo- saba hacia los demas de esa alegria divina, cantara siempre. S. Fran- cisco fué una vibracién de celeste canto, que se agité prisionera en- tre las mallas de una carne mortal. Su vida fué un canto continuado, que pugnaba por subir al centro de la infinita armonia. Canté en su juventud en las rondallas nocturnas de las calles de Asis; cantando cruzaba después los bosques, ebrio de sobrenatural poesia; cantando iba de puerta en puerta en Asis mendigando piedras para la iglesia de San Damian; cantando partié con Fr. Gil en su primer viaje de misiones. Cantando... mas nada estoy diciendo, porque lo de menos era la voz que resonaba al exterior, misero desfogue de otra musica, aquella que cantaba dentro, muy adentro, en la camara secreta don- de eran las nupcias ardientes de su alma con Dios. jAh! Esa miisica interior, nadie dira como era, no hay cuerdas ni voces que la retra- ten. Ni las melodias de Mozart, frescas e ingenuas como la sonrisa de un nifio, ni los ecos que vagaban por el interior del sordo inmor- tal, Beethoven, encanto y martirio de su vida, ni las magnificencias orquestales de Wagner en uno de esos momentos en que la majes- tad de Jehova parece fulminar entre las nubes de un Sinaf, nos diran jamas qué era la mtisica que resonaba dentro, muy adentro del alma de Francisco, cuando no pudiendo.contener la marea emocional de su pecho, tomaba dos toscas ramas, a guisa de violin y con tan origi- nal Stradivarius hacia como si tocase, y meneaba el cuerpo al ritmo misterioso, hasta que dejaba caer las ramas y quedaba llorando de alegria, estremecido, los ojos en alto, como artista que entrevié el re- 3

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz