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3l mada, encuentra en el amor ardentisimo ala Pasién del Redentor la fuente de una alegria que no le cabe dentro del pecho. Pero aunque el gran Francisco nos haya comunicado la explica- cién mas profunda de esa su inmensa alegria, no se ha dicho con es- to la ultima palabra en esta cuestién, pues esto pudiera aplicarse mas o menos a todos los santos en general. Concretemos algo mas, busquemos algo caracteristico, que cuadre mas con la fisonomia vi- gorosa y sorprendente del Santo de Asis, Por causas psicologicas de esa peculiar alegria pueden sefialarse cuatro, y no tomandolas _aisla- das, sino en armonioso consorcio: culto ferviente de la pobreza, sen- timiento poético de la naturaleza, lirismo y amor a la humanidad. No las separéis una de otra, no suprimais una sola, no cortéis sobre to- do la comunicacion con aquellas raices profundas del amor a Cristo paciente, que entonces os quedaréis solo con un sentimiento trunca- do y falso, hermano de las utopias panteistas y humanitarias. He ahi, os diré, los cuatro cafios de oro que escanciaron a raudales, para no evaporarse jamas, las limpidas aguas de la alegria en el jardin fran- ciscano. La pobreza es, segtin revelacién del Santo Evangelio, secreto de bienaventuranza. Desasirse el alma de la codicia de los bienes te- rrenos vale tanto como suprimir de raiz, el foco de mil deseos e in- quietudes alborotadoras, y disponerse a goces sobrehumanos. Nadie amo la pobreza como San Francisco, pues merecié que el Dante in- mortalizara ese amor bajo la forma de desposorio, y a fe que este re- galé al Santo efusiones y ternuras, cuales ninguna mujer, desde que el sol alumbra, supo ofrecer al mas enajenado amante. El sentimiento de la naturaleza fué también muy caracteristico en el Santo y llevado a términos que ante mentes poco comprensi- vas llega a rayar con la extravagancia. Exquisitamente sensible a los encantos de la Creacién, en especial a cuanto ofrecia nota de lumi- nosidad y de gracia, el fulgor vivido del sol, el fuego, los pajaros, las flores, las montafias, las limpias corrientes aguas, la naturaleza fué para él banquete siempre renovado de belleza, de luz y de color. Estos dos cultos franciscanos, pobreza y naturaleza, no son di- vergentes: unidos estan entre si por suavisima afinidad. Schopenhauer ha puesto como nadie de relieve—después de él lo han hecho otros —cémo lo bello se contrapone a lo util, cémo el sentimiento estético es por esencia desinteresado, y nos dice que la contemplacién de lo bello en la naturaleza (parecido pudiera decirse en el terreno del arte) tiene una virtualidad liberatriz «nos arranca, como él dice, al torrente

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