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28 todo aquello que no acompafidndose de lesién o seria pertubacién fisiologica, constituye con todo, una verdadera enfermedad, que hace desapacible el vivir para si y para los que a uno le rodean? Pero no temais: ha sido hallada la receta intalible; es la prego- nada por los novisimos doctores. Aclamad con ellos la hada tauma- turgica que devolvera.a las generaciones presentes y venideras el don de la alegria: la sugestion. La sugestién es uno de los idolos de la época, la fe que en ella se tiene es ilimitada. En los Estados Uni- dos, en sitios de gran transito, como en las estaciones del Metro, se colocan grandes carteles que dicen: jAlégrate! jten confianza en ti mismo! all rigth! y expresiones equivalentes, que son a modo de in yecciones colectivas de optimismo. Este mismo resultado persigue una farmacopea literaria copiosisima, que expende y derrama_ por el orbe entero libros y folletos tonicos y estimulantes. Nada tendria que decir aqui contra la sugestidn, comu procedimiento curativo, si los psiquiatras se limitaran a usar de él como un auxiliar medical precio- sO, y no pretendieran ver en la euforia o bienestar fisicos que _persi- guen, la formula integral de la vida humana. Mas la psiquiatria moderna, falta de sdlidos cimientos filosdficos, sustentada sobre bases materialistas, ignorante de los fines tras- cendentes que presiden a la existencia humana, plagada de groseros errores, da’ en desconocer la zona inmensa de la vida moral y espiri- tual, y asi es ella la primera enferma que debe someterse a_ trata- miento. Y por lo que hace a la materia presente, es ella quien desen- tona lamentablemente en el coro universal de alabanzas que hoy ‘suena en torno a la figura del gran Santo de Asis, cuando por boca de algunos docteres, para los cuales el genio, la santidad y el herois- mo son, no expresién de una perfeccién humana que sale de la 6rbi- ta corriente, sino simples casos patoldgicos, llega a decir—jla hormi- ga echando en cara a la montafia su pequefiez!—que San Francisco fué un anormal, un histérico, digamos la palabra vulgar jun loco! : Non raggionam dilor,.. Que Dios perdonea esos desvariados, que asi maltratan a quien es ornamento del género humano, y a quien por afiadidura, sobre las excelencias que brotan de su santidad, jun- ta el don precioso por el que puede ofrecerse, al través de siete si- glos, como maravilloso profesor de alegria. Aprestirome a decir que esa alegria legendaria de San Francisco de Asis, que constituye uno de los encantos de su excelsa y polivalente personalidad, hundia sus raices en el suelo de una robusta vida sobrenatural, en términos mas concretos, un amor abrasadisimo a Cristo Crucificado. Puedo tam- .

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