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27 Y Leopardi proclamase enamorado de la muerte y habla con en- tusiasmo de la «gentilezza del morir> y Espronceda grita en uno de sus cantos mejores: Palpé la realidad y odié la vida; iSolo en la paz de los sepulcros creo! éQué misterio se encierra, seflores, en esa conversién? ¢Es crei- ble que con tanta facilidad en los jardines de Venus, tras las rosas bellas e incitantes del placer, veamos abrir su palida corvla la flor de loto del suicidio? Porque este es el ca$o horrible y maldito; que en paises présperos y en apogeo de civilizacién cunde el suicidio como epidemia, hoy esta sucediendo en Estados Unidos y en Alemania, se ve tornar aquellos dias de la Roma decadente, en que hastiada la fan- tasia de idear placeres y paraisos siempre nuevos, sé refugiaba en el suicidio, y no era solo el proletario que azuzado del hambre decidia envolver su cabeza en su capa y arrojarse al Tiber por el puente Fla- minio, era el patricio rico, el jurisconsulto célebre, hombres en plena fortuna, que dejaban escapar la vida por las venas rasgadas en el bafio tibio. Es que el placer fatiga, agota, y tras el agotamiento y la fatiga, vienen los desabores, las desesperanzas, los desengafios; jel pesimismo surge del alma envolviéndola en lobregueces mefiticas, como surge el vaho turbio del seno de las charcas pantanosas. jNo, los placeres no son la alegria, y cuando la religidn los condena, los reprime y deja caer sobre ellos el terror de sus amenazas, persigue en ellos los grandes enemigos de nuestra alegria, que es como decir, nuestros mas grandes enemigos! Todavia me queda un argumento mas para demostrar Ja banca- rrota de la alegria. Donde prosperan y medran los especizlistas de es- témago, ya podéis afirmar sin que os lo juren, que en ese pais abun- dan los abusos y excesos gastronémicos. Asi al ver lanube imponen- te que ha caido sobre nuestro tiempo de especialistas de alma, psi- quiatras, neurdépatas, el desarrollo formidable que ha adquirido la psicologia patologica, la boga de que estan rodeando por esos mun- dos a la indecente teoria y practica del psicoandlisis, el numero infi- nito de sanatorios y clinicas en que se practica lo que Jlaman expre- sivamente los norteamericanos mind cure, cura mental, corresponde al niimero prodigioso, incontable, de enfermos de espiritu, los cuales han venido a esa situacién por obra y gracia de las condiciones ab. surdas de esta vida civilizada. ¢Quién contara la cantidad fabulosa de morbos psiquicos, ideas fijas, fobias, alucinaciones, terrores, angustias, desfallecimientos, sugestiones torturadoras, en fin, de

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