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24 cLas causas de estas tristezas? Enumerar todas seria fatigoso. Sejfialaré en primer término el sensualismo, y con esta palabra no pre- tendo significar la fragilidad inherente a nuestro ser, que tan viciosa- mente propende al goce libidinoso, que esta jay! es de todos los tiempos, sino algo que rezuma de las costumbres sociales modernas, indéciles a todo freno moral, y en particular esa fabricacién fria y mercantil de obscenidad por medio de la novela y de toda esa litera- tura canallesca, despertadora de abominables pensamientos. Ese sensualismo ha matado en muchisimos lo que constituye insustituible fondo de una sana alegria, la pureza de las costumbres; e invadien- do la zona adolescente, y atin la misma zona infantil, ha matado la alegria en esos que vemos por ahi nifios demasiado precoces, dema- siado serios, demasiado sabedores de la vida, que al clavar en voso- tros sus ojos marchitos, os recuerdan la amarga ironia de Dumas: iya no hay nifios! o aquella imagen dantesca Quale i fioretti, dal notturno gelo Chinati e chiusi... La civilizacién de hoy, preponderantemente material, es enemi- ga de la alegria. Apaga la risa y hace brotar el cefio. Pone los ner- vios en tensién exagerada y su florescencia espontanea es la neu- rastenia. Exageradamente industrial, provoca la formacién de esos grandes centros urbanos, que absorben la vida de los campos, y asi tiende a divorciarnos de la naturaleza y de sus goces puros y senci- llos. Trae consigo demasiado ruido y vibracién, y acaba por em- pobrecer los sistemas nerviosos. Es en mucha parte la vida moderna falsa, artificial, se ve sacudida por sensaciones siempre nuevas, es- poleada por mil ambiciones, devorada por ansias insaciables, quimé- ricas, inextinguibles. Es como un loco correr, en que se devoran dis- tancias enormes, sin fin y sin objeto. Corcel sin freno, A todo yugo ajeno, Que al impulso del vértigo se entrega: Y a través de intrincadas espesuras, Desbocado y a oscuras, Avanza sin cesar, y nunca llega. (Nitifiez de Arce) Y no debo callar aqui, como nota de esta civilizacién, las exigen- cias de la cultura, de dia en dia crecientes, sobre todo para quien as- pire a vivir su tiempo, a triunfar en su profesion y a influir en sus se- mejantes. jY el mordisco a la cultura puede ser tan pérfido,. como el

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