BCCPAM000532-6-26000000000000

16 Acabamos de afirmar que para nosotros son inseparables los con- ceptos de verdad, belleza y justicia (bondad); y los llamabamos las tres dimensiones del ideal, Lo santo tiene que ser verdadero y bello, lo bello debe ser verdadero y santo, para que su belleza sea transcen- dente; la verdad lleva aparejada la bondad y la belleza en el ambien- te psicolégico, como todo cuerpo en el espacio tiene que estructurar- se con arreglo a las tres dimensioues de su volumen. Asi ocurre con aquellas tres facetas de la conducta que constitu- yen el cuerpo de la doctrina cristiana y cristalizan en los tres votos 0 prometimientos que constituyen el estado religioso y tiene admitidos la Iglesia; a saber: pobreza, castidad y obediencia; \a pobreza nos hace castos y obedientes; la castidad, obedientes y pobres; la obedien- cia, pobres y puros. Por eso hemos dicho nosotros que bastaria un solo voto, el de obediencia, para ser buenos religiosos y buenos cris- tianos, pues no habiendo ninguna autoridad que nos ordene nada, fue- ra de la castidad y de la pobreza, con solo obedecer seremos pobres y castos; y asi como la Caridad es segtin Cristo Jestis la mas _cardi- nal de las virtudes teologales y como engendradora de las otras dos la Esperanza y la Fe, asi también la obediencia hace fecunda la casti- dad y opulenta la pobreza, porque en resumen y mirandolo bien, ca- ridad y obediencia son una misma cosa; y esta cosa misma que es obediencia y es caridad se llama Amor, voto de votos, virtud de vir- tudes, ideal de ideales, quinta esencia del Evangelio. Del mismo modo que un pensador ilustre ha dicho que renunciar es poseer, podemos afirmar nosotros que obedecer es mandar. Noso- tros con ello ejercemos un acto de soberania sobre nuestra voluntad ordenandola que obedezca a otra voluntad superior y, con ello, po- niendo nuestra voluntad humana a tono con la voluntad divina, somos al obedecer, cosoberanos con la divina voluntad, alcanzando con es- te sacrificio de nuestro amor propio el enorme galardén, el inefable premio de nuestro propio amor, que es el Amor de Dios. Ahora bien, obediencia es humildad, 0 reconocimiento de nues- tra insignificancia, cuya esencia, siendo el anhelo de alcanzar aquel bien que nos falta, constituye el afecto por el cual busca el dnimo aquella dicha; y esto y no otra cosa es amor, amor de los amores, caridad en fin. De donde se sigue, que solo obedece el que ama, y solo ama el que obedece, porque caridad y obediencia son una mis- ma cosa. * *2 Esa trinidad que venimos considerando a lo largo de esta corta

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz