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14 do. Para corregirlo y encauzarlo Dios le llamé a la obediencia desde el monte Sinai y suscité la gran figura de Moisés. Fué el segundo el que se describe con mas verdad que en parte alguna en los Evangelios y en las Epistolas y para corregirlo y encau- zarlo Dios se hizo hombre, vino Jesis al mundo y llamé a la obedien- cia con clamores tres veces santos desde el monte Calvario. Fué el tercero el que comentan todos los historiadores del siglo XIII y para corregirlo y encauzarlo Dios suscité otro monte y otra fi- gura; el monte fué Alvernia, la figura Francisco de Asis. Pero adviene el siglo actual, cae otra vez el pueblo elegido en los valles hondisimos del pecado, como en los tiempos faradnicos, co- mo en las épocas herodianas y como en las centurias medioevales; las. sombras ingentes de las montafias sagradas el Sinai, el Gélgota, el Alvernia brindan en vano el cobijo propiciatorio y expiatorio; las voces de Moisés, Jestis y S. Francisco ruedan sus ecos por la redon- dez del planeta, sordo al llamar divino; sobreviene la gran guerra; su- cédense catdstrofes, fieros males, en todos los 6Ordenes de la vida, transformada ya en un puro desorden que en vano tratan de corregir las potestades del Orbe, hecho un voraz incendio de concupiscencia y de pecado; y en esta situacién la Suprema Sabiduria enciende en las conciencias de los buenos el recuerdo desvaido del gran Santo de Asis y desde la catedra de las eternas verdades se lee la leccién de su séptimo centenario, con mas brio, con mas fuego, con mas_luces de lo alto que en ninguna de las seis ocasiones semejantes que = precedieron. Ya no es el Poverello con su vida y con sus. milagros que pasd entre los hombres admirado, pero no comprendido; son siete centu- rias de meditacién sobre sus milagros y sobre su vida, no en vano transcurridas para la humanidad; y estas siete centurias han ido ela- borando con el devenir de la historia el verdadero juicio, la verdade- ra comprensi6n de la figura excelsa de S. Francisco quien no requie- re menos de siete siglos de perspectiva para ser apreciado con jus- teza. Ahora si que no hay pretexto: la humanidad es mas que adulta, no tiene ya los sentidos tan torpes que no vea la llama de la zarza bi- blica, ni entienda la voz de Moisés; no es tan dura de corazén que no se flagele con los remordimientos de su conciencia ante la considera- cién de la pasion y muerte de Jestis; no es tan rasa de intelecto que no comprenda la vida santa de San Francisco; y atin enel caso de

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