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13 La incomprension de nuestra inteligencia limitada por los sen- tidos. La rebeldia de nuestro espiritu estigmatizado por la soberbia des- de el pecado original. El! lastre que el barro de nuestro cuerpo pone alos anhelos de nuestra alma, arrastrando por la tierra a lo que pugna por abismarse en el cielo. Para quebrantar estos obstdculos, la sabiduria infinita dicto a Moisés la ley de la conciencia y fueron pocos los que la cumplieron, Para deshacer esos impedimentos el Verbo se hizo carne, y na- cié, vivid, sufrié y murié sin que fueran muchos los que le siguieran. Para aniquilar aquellos inconvenientes trajo al mundo a S. Fran- cisco de Asis... y son legién los que no le imitan. _ La Humanidad limitada por el espacio y por el tiempo no com- prende la eternidad y la infinitud del ser supremo que hablé desde el Sinai y continuaba pecando y delinquiendo. Hubo de humanarse el Supremo Hacedor, vino Jests a la vida, muri6é en la cruz el madero soberano entre las iras del cielo Iris de paz que se puso y los pecados del mundo como canté nuestro Lope; y ante la magnitud del misterio patente, la humanidad siguié delinquiendo y pecando porque mal podia imitar, joh pereza con habitos de humildad! el hombre misero, a quien con apariencias de hombre era Dios en persona. Y entonces, la divina Providencia, tendié un puente entre Jesu- cristo y la humanidad, como transito mas expeditivo, pues se trataba de un hombre como los demas, sin esencia divina cual Jesis, aunque con luces de lo alto encendidas por Dios. A este hombre podia imi- tarsele sin caeren la falsa humildad de la pereza, y este segundo iris de paz entre Cristo y los hombres, fué Francisco de Asis a quien no tenemos pretexto de no imitar, deno igualarle, porque fué un hombre de la misma sangre y de la misma carne que la nuestra, en- gendrado como nosotros sin pureza y con todas las iniquidades de la materia tentadora, subyugante y tenaz; que vivid en su juventud la vida desordenada de todos y que sin embargo quiso, supo y pudo morir como ninguno, acercéndose mas que nadie a Cristo Jesis. Aquellos tres designios providenciales obedecieron atres mo- mentos de conciencia colectiva desordenada que la divina Providen- cia quiso corregir y ordenar. - Fué el primero el que punto por punto describe el libro del Exo-

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