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43 do al jardin de la sacristia para hacer cierta faena, y los rosales estaban podados; con este motivo habia varas llenas de espinas esparcidas por alli, se le van enredando unas detras de'otras al hermano Fr. Salvador, y arrastra tras de sí porcion de ellas que lo espinan y mortifican las pier- nas; mas él está tan fuera de 'sí mismo, que al parecer no advertia lo que llevaba enredado en las piernas : un novicio lo repara y se las quita: ¡tal era su enagenamiento | Su oracion se «puede decir que era continua, y que jamas la interrumpia: edificaba verlo en el coro', en el refectorio, y en todas partes, porque su rostro, era el de un Justo que está en actual trato con su Dios, Puso un empeño el mas claramente advertido y conocido de todos, en despojarse de sí mismo. Siguió desnudo 4 Jesus desnu- do: murió á sí propio de tal manera que dió una pro- funda sepultura, que se puede llamar aniquilamiento á la multitud de bellas cualidades, que lo hacian brillar, proponiendo que su talento, su viveza, su genio poético divertido estuviesen enterrados al pie del sangriento patíbulo del Redentor. Desaparecieron todos aquellos chis- tes y gracejos, que formando su caracter lo hacian tan en- tremetido. Hayó de sí mismo, como de una fiera espan- tosa, y se escondió: de tal modo, que á sí mismo no se pudiese encontrar sino en la Cruz del Redentor : sus dis- ciplinas y maceraciones eran tan crueles, que mas pare- cia verdugo de sí mismo, que hombre mortificado: por úl- timo se desvió de cuanto habia hecho en el siglo, y no se acordó de sus espediciones, y dias alegres mas que para aborrecerlos. y detestarlos. ¡Con qué gusto no se miraba empleado en las ocu- paciones mas humillantes! ¡Con qué placer de, su alma aseaba hasta los lugares mas inmundos del Convento! ¡Cuanta era su alegria al mirarse por aquellos suelos, ya postrado oyendo las instrucciones de sus Prelados, ya re- cibiendo las penitencias que aquellos imponen enel re- tectorio; ya practicándolas de la misma manera! Acos»